16. «Chosen» T7, Ep. 22

Este artículo forma parte de una Lista de los mejores episodios de Spike

A pesar de que el último episodio de la serie cuenta con magníficos momentos, por desgracia no es todo lo redondo que se merecía Buffy, cazavampiros para acabar con broche de oro. En perspectiva, son muchísimo mejores los espectaculares desenlaces de las temporadas tres, cinco y seis, y también, de una forma menos grandilocuente pero en realidad más brillante, los de la segunda y la cuarta. De todas formas, y para darle al César lo que es del César, las deficiencias que «Chosen» posee son básicamente consecuencia de las inconsistencias acumuladas a lo largo de la etapa final del programa, que por supuesto habían de solventarse de un modo u otro. Los ejemplos menudean en su metraje: el triángulo amoroso, salido de la nada, entre la protagonista y los dos vampiros de su vida; la impostada relación de Robin y Faith; la recuperada autoconfianza de Willow por obra de ciencia infusa; el francamente ofensivo destino de Anya... En cambio, todo lo que atañe a El Primero y a la suerte última  de las «elegidas» no había alcanzado un nivel tan alto desde «Lessons», significativamente el único otro episodio de esta tongada escrito también por Joss Whedon; y no digamos ya la excelente resolución de la complicada historia de Buffy y Spike.

Buffy prepara a las «elegidas» para la batalla final. El patriarcado está a punto de morir.

No nos engañemos: fuera de manera accidental o premeditada, este hilo narrativo había ido volviéndose cada vez más central, a buen seguro porque los responsables de la serie eran muy conscientes de la canela en rama que tenían con él, hasta el extremo de que, lamentablemente, acabaría por anular casi todo lo demás en esta séptima temporada. De ahí que fuera de recibo que el creador del espacio le diera una conclusión tan sólida como memorable; y eso se produce, tanto durante la adorable escena en el sótano de la casa de Buffy, donde ambos demuestran lo mucho que se necesitan el uno al otro con una confianza casi doméstica, como, especialmente, gracias a la postrera admisión de nuestra heroína de que lo ama. La respuesta de Spike, entre melancólica y escéptica, y muy propia de él, a esta declaración amorosa parece desarticularla, puesto que todos conocemos la gran psicología del vampiro londinense. Y si él está convencido de que ella lo dice por piedad... será así. No obstante, tengamos en cuenta que Spike es un lince descifrando a todo el mundo... salvo cuando está muy implicado emocionalmente, como ya sabemos por episodios como «Crush» o «Seeing Red»; además, le domina tanto el odio hacia sí mismo, según reconoce en «Never Leave Me», que jamás podría creer que ella fuera realmente capaz de amarlo.

Hellmouth es cosa del pasado...

Más allá de esto, hay un detalle de discurso muy significativo, con el que la aparente ambigüedad de la confesión de Buffy queda en entredicho: y es que la protagonista permanece en el más absoluto de los silencios en toda la larga escena final, mientras el resto de personajes parlotean, excitados, sobre el futuro. ¿Por qué ese anómalo mutismo? Porque, de este modo, la última palabra que Buffy pronuncia, de aquí a la eternidad, es «Spike». Es más: la última frase entera que formula la cazadora es «Te quiero... Spike». Viniendo de un guionista tan genial como Whedon, ante el reto de cerrar definitivamente la serie que lo había hecho famoso, y consciente de que los fans iban a comentar y reexaminar el capítulo, es imposible que algo así sea casual; por el contrario, evidencia el extraordinario talento narrativo del autor neoyorquino, quien, sin dejar de constatar su postura1, lo hace con tanta sutileza que abre la puerta a interpretaciones diversas... No en vano, Buffy y Spike pasan juntos la última noche antes de la batalla, pero lo que sucede entre ambos es narrado en off, para que cada cual saque sus propias conclusiones. Y otro tanto puede decirse de la expresión final de Buffy, a la vez de esperanza y de tristeza. Con ello, la heroica muerte Spike, convertido literalmente en un foco de luz que arrasa con la oscuridad, él, criatura de la noche por antonomasia, no solo resulta conmovedora porque redime sin paliativos al personaje, sino porque, además, tiene una gran carga alegórica, merced a una realización que dota de calidez e intimidad la despedida de los dos amantes, lo que provoca que, inopinadamente, el momento, más que desgarrador, sea lírico y bello. Las manos enlazadas de Buffy y Spike, en llamas porque el sol lo está abrasando, son una metáfora de ese profundo sentimiento que arde en el pecho de los dos, pero también de esa «chispa» (el alma) que le faltaba a Spike para ser digno del amor de Buffy, y que ahora, cuando se está sacrificando para salvar el mundo, prende y deslumbra con análoga intensidad a la de su amada... quien siempre llevará consigo ese futuro luminoso que él le regala como gesto último de su infinito amor.


1 Joss Whedon ha declarado en más de una ocasión que la historia más romántica que ha escrito es la de Buffy y Angel, y eso es innegable, pues todo lo que resulta imposible se mantiene incólume y perfecto. Pero lo mismo que hace que la relación de Buffy y Spike no tenga nada de sublime es también lo que la hace más auténtica y adulta, más propia de dos personas que, al haber pasado por todo, se conocen realmente y acaban por aceptarse tal como son. Y, dicho sea de paso, esto también lo suscribe el propio Whedon.

Comentarios

Entradas populares