17. «Out of My Mind» T5, Ep. 04

Este artículo forma parte de una Lista de los mejores episodios de Spike

Hay momentos que marcan definitivamente la evolución de un personaje: al aliarse con Buffy en «Becoming: Part 2», Spike desencadena sin querer que Drusilla lo abandone, dado que ella, con dones precognitivos, siente que la cazadora se interpone entre ambos. Tras intentar varias veces que regrese con él, Spike acaba por tirar la toalla e inicia una relación sexual con Harmony mientras busca la gema de Amarrah, un plan que, como siempre, fracasa. Sin Drusilla, sin Harmony y sin la gema, el vampiro punk vuelve a Sunnydale, donde pierde lo último que daba sentido a su existencia: su capacidad para matar. A partir de aquí, se ve obligado a «redefinir sus intereses» y a relacionarse cada vez más con los Scoobies. A fuerza de ir tratando y conociendo a Buffy, su inveterada obsesión por las slayers irá transformándose en algo mucho más intenso. Por lo tanto, a medio camino entre la paradoja de la predestinación y la ananké de la tragedia griega ―aunque, eso sí, en versión jocosa―, el hado último de Spike viene marcado por esa intuición sobre el futuro de Drusilla, quien, al dejarlo por culpa de Buffy, causará, precisamente, que se enamore de Buffy.

¿Vivir así es morir de amor?

¿Y cuándo sabemos los espectadores y, ya puestos, el propio Spike que su encendido odio hacia la cazadora no es más que su morbosa manera de expresar su enamoramiento? Pues en «Out of My Mind», un capítulo tan absurdo como encantador, en el que Rebecca Kirshner se dedica a despistar continuamente a la audiencia para, en la parte final del metraje, permitirnos entender a la postre qué se esconde detrás de uno de los argumentos más descabellados de todo Buffy, cazavampiros. Y es que, no nos engañemos: tragamos con que Harmony sea capaz de volver con Spike, a pesar de lo cruel que había sido con ella y lo empoderada que estaba últimamente, porque es tonta del bote y se ha montado su propia película sobre lo de ser la archienemiga de Buffy; tragamos con que la Iniciativa fuera una organización tan pérfida que no solo experimentase con los monstruos a los que capturaba sino también con sus soldados, pero que algunos de sus miembros fueran «nobles y buenos»; tragamos con que Riley tenga tal complejo de inferioridad respecto a su novia que esté dispuesto a arriesgar la vida con tal de conservar sus poderes... Pero lo de la operación cerebral de Spike con anestesia local, apenas con un foco, un bisturí y sin esterilización ni monitorización alguna, en la que el vampiro está tan lúcido, locuaz y tranquilo como si le estuvieran quitando un callo... bueno, resulta uno de los momentos menos creíbles de la serie. Sin embargo, al ser a la vez uno de los más divertidos, gracias al contraste entre la seriedad del Dr. Overheiser, el sarcasmo de Spike y la estupidez de Harmony, llega un punto en el que ya no nos cuestionamos si todo lo que está sucediendo tiene el más mínimo sentido, demasiado ocupados en reírnos. 

La estrafalaria operación a cerebro abierto de Spike.

Para cuando advertimos que el chip de Spike sigue metido en su cerebro y que Riley se encuentra fuera de peligro, ya casi ha terminado el episodio. ¿Quién ha «perdido la cabeza», según reza el título? ¿Spike, tan harto de sentirse impotente, sobre todo ante la slayer, que está dispuesto a someterse a una operación tan delicada en condiciones tan pésimas? ¿Riley, que cree que Buffy no le amará si es un hombre normal y corriente? ¿Buffy, que acude a Spike en busca de ayuda pese a lo mucho que lo desprecia? ¿Harmony, por ser tan boba como para creerse sus propias fantasías? Pues, de hecho, todos son firmes candidatos a ese estado de enajenación transitoria provocado por la desesperación; y no es casualidad que en una historia sobre comportamientos insensatos y neuróticos haya una cirugía de cráneo y Joyce dé muestras de los primeros síntomas de su enfermedad cerebral, en metáfora de los abismos insondables de la mente humana. Por si fuera poco, la secuencia de desenlace pone la guinda a este tema; porque no es hasta que vemos a Spike ofrecer su pecho a la estaca de Buffy para no tener que seguir aguantándola, y luego abalanzarse sobre la joven para devorarla... pero a besos... que entendemos cuál es la locura que sustenta, en última instancia, «Out of My Mind»: ese amor fou del que el chupasangre británico ya había hecho gala con Drusilla, y que ahora ha encontrado otro foco de atención, todavía más exaltado. No en vano, el episodio termina con la manifestación de un sueño, vehículo de expresión por antonomasia del subconsciente. Vacío, frustrado, lo único que le queda a Spike, lo único que le define, es su apasionamiento. Y para alguien temerario e inconformista como él, enamorarse de la única mujer a la que respeta, básicamente porque lo ha vencido una y otra vez, le resulta casi inevitable. Y hablando de episodios que marcan a un personaje...



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