19. «Never Leave Me» T7, Ep. 09

Este artículo forma parte de una Lista de los mejores episodios de Spike

Aunque sea este un episodio que no tenga demasiado sentido por sí mismo, ya que viene muy condicionado por el que le precede, «Sleeper», y es el pistoletazo de salida del siguiente, «Bring on the Night», hay que decir, no obstante, que se trata de uno de los mejores de la irregular séptima temporada, en buena medida gracias a la incorporación del personaje de Andrew a la troupe Scooby. Si a ello le sumamos la radical y sorpresiva eliminación, de un plumazo, del Consejo de Vigilantes, y la inestimable dinámica de poli malo/poli bueno de Anya y Xander, resulta que sus 40 minutos de metraje cuentan con algunos de los momentos más logrados en relación con la errática trama de El Primero. Y, por descontado, el control que el villano ejerce sobre Spike es de lo poco que surte efecto a lo largo de esta etapa final de la serie1. Obviamente, todo ello es parte de la estrategia de los responsables del show para que el público2 perdone la abyecta conducta del vampiro en «Seeing Red», con lo que lo someterán, en estos últimos 22 capítulos, a todo tipo de trastadas: perder la cordura hasta el extremo de autoagredirse; convertirse en un homicida títere a manos de El Primero; estar a punto de ser asesinado por Wood; retorcerse de dolor ante la disfunción de su chip; ser secuestrado y torturado...


Spike es torturado por los esbirros de El Primero.

Tal vez por esta razón es doblemente meritorio que en «Never Leave Me», merced a la lucidez que muestra respecto a sí mismo y a su tormentosa relación con Buffy, Spike capte nuestra simpatía manteniendo su irónica sagacidad y sin necesidad de ser el punching bag de los guionistas. Es cierto que, en un momento determinado, El Primero recupera su poder sobre él y ataca brutalmente a Andrew, pero ello tan solo sirve para recordar lo peligroso que puede llegar a ser un Spike libre de ataduras éticas o tecnológicas. De hecho, es el propio vampiro inglés el que insiste en recordarle a Buffy todas sus fechorías durante la dura y sincera conversación que mantienen en el sótano de la casa de la slayer, con la intención de convencerla de que lo mate para evitar que dañe involuntariamente a nadie más. Su intercambio de dolorosas verdades como puños se salda con una nota de esperanza, con una Buffy que no vacila en admitir que cree en él y que ha estado atenta a su progresiva conversión en un hombre mejor, da igual cuáles sean sus complejos sentimientos mutuos. La escena, rodada en claroscuros por David Solomon, en la que ambos actores se hallan en una relación de igualdad espacial, se construye en contraste con la anterior charla entre los dos en la habitación de la cazadora, a plena luz y con Spike sentado, evidenciando su posición de sumisión a Buffy. Asimismo, las líneas de diálogo que le escribe Drew Goddard al chupasangre punk, en las que admite su autodesprecio, su reciente constatación de haber sido utilizado por Buffy y el sufrimiento continuo que le ha producido quererla sin remisión, no hacen sino incidir en esa inferioridad moral en la que se siente Spike respecto a su amada. De ahí que, para igualarlos, se introduzcan las sombras y se descienda a los niveles inferiores (el inconsciente) de la casa; y es que, si la protagonista se ha convertido en una persona capaz de liderar un ejército de potenciales slayers, es justamente por haber aceptado el lado oscuro de su vocación, mientras que Spike tiene, por fin, algo para iluminar su difícil camino: la confianza de Buffy.


1 Con independencia de que tengan lugar cosas tan incoherentes como la de tener dominado a alguien a un nivel subconsciente pero igualmente torturarlo para poder dominarlo a un nivel consciente (sic).
2 Y Buffy, por supuesto.

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