10. «Seeing Red» T6, Ep. 19

Este artículo forma parte de una Lista de los mejores episodios de Spike

La inclusión, justo a mitad de este listado, del episodio más odiado por los fans de Spike puede sorprender a más de uno; sin embargo, si analizamos mesuradamente sus virtudes —que son muchas— y también sus defectos —que no son tantos como parecen—, advertiremos que no es solo uno de los más notables de la serie, sino también un alto obligatorio de cualquier compendio exhaustivo y sopesado sobre el vampiro inglés. En puridad, «Seeing Red» ya sería digno de encomio simplemente por atreverse a matar a uno de los personajes más positivos del espacio de una manera tan absurda e injusta: tengamos en cuenta que ello no está demasiado lejos del precedente asentado por Joss Whedon en «The Body». Es habitual que en una historia de iniciación, como lo es Buffy, cazavampiros, el elemento dramático del relato aumente de intensidad conforme el héroe va madurando y se adentra progresivamente en su conocimiento del mundo. ¿Y qué propicia un aprendizaje más brutal de la vida que la pérdida de una persona amada, encima si es de manera inesperada o accidental? Porque Joyce podría no haber salido del quirófano, pero en cambio muere cuando todos, Buffy incluida, la creemos fuera de peligro. Igualmente, Tara podría haberse quedado catatónica por culpa de Glory, desaparecer de la vida de Willow tras cortar con ella o, incluso, haber sido el auténtico objetivo de los disparos de Warren, y no una víctima colateral. Lo azaroso de su defunción no hace sino redundar en el sinsentido de la existencia, y por tanto deviene más lacerante, si cabe, cuando advertimos que se ha producido en medio de su reconciliación con Willow y tras una serie de incomodísimos encuentros entre Xander y Buffy, Dawn y Spike, Spike y Clem y, por descontado, Buffy y Spike. Mientras Tara pierde su vida, y Willow pierde lo que más ama, el resto se hacen daño a sí mismos y/o a sus interlocutores, sin apreciar el fugaz y maravilloso regalo de nuestro paso por la Tierra.

La ansiada reconciliación de Tara y Willow.

En todo caso, si lo comentado hasta ahora pretende destacar la calidad global de «Seeing Red» y nos dejamos en el tintero la interesantísima evolución de Jonathan y Warren, hay que señalar que, en cuanto a Spike se refiere, en él pronuncia algunas de sus mejores líneas de diálogo, por lo desgarradoras y patéticas, y James Marsters, según es habitual, se crece tanto en estos momentos clave que hace plenamente creíble la variopinta gama de estados emocionales por los que transita su personaje, casi sin solución de continuidad: humillación, despecho, envidia, tristeza, frustración, arrogancia, fragilidad, ofuscación, rabia, aturdimiento, culpabilidad, angustia, asco, amargura, escepticismo... la lista continúa. Porque, nunca como aquí, Spike se comporta de un modo más contradictorio: y, tratándose de quien se trata, eso es mucho decir. Evidentemente, el motivo de ello es propiciar que toque fondo, al haber hecho lo único que él creía de corazón que jamás haría —agredir a la mujer que ama1—, e iniciar así su camino de redención. Y aunque a los espectadores nos duela en lo más hondo lo sucedido, y no es para menos, si comprendemos de verdad a Spike, su infame acto es del todo coherente con su caracterización psicológica. Criatura sin alma, y por tanto sin brújula moral, lo único que lo redime es su palmaria capacidad para sentir profundamente, con lo que sabe querer más que nadie. Pero ¿qué pasa cuando las emociones que lo dominan son mucho menos altruistas, como el rencor o la desesperación? Pues que su volcánico temperamento acabará entrando en erupción, y de la peor manera, calcinando a su paso precisamente aquello que trataba de preservar.

Xander y Buffy también acaban haciendo las paces.

Sea como fuere, es innegable que la escena del intento de violación tiene un problema en relación con Buffy, pues nuestra aguerrida slayer, cuyos poderes e instintos de cazadora no solo están activos las 24 horas del día, sino que le han servido para derrotar a Spike en innumerables ocasiones, en vez de darle dos buenos mamporros en cuanto el vampiro se le echa encima... ¿se pone a llorar y a suplicar? Como los responsables de la serie no querían banalizar la gravedad de lo que estaba sucediendo, decidieron darle una inflexión muy seria a este momento, que plasmaron mediante un discurso desnudo y seco, sin música, con un montaje de cortes bruscos y saturado de opresivos planos picados. Y si bien este tono tan áspero y violento es muy adecuado para subrayar la abominable conducta de Spike, que Buffy reaccione como lo haría cualquier mujer en el mundo real ante una situación así, ella, una superheroína que ha pasado por varios calvarios iguales o incluso peores, por desgracia trunca la suspensión de incredulidad del espectador.2 Para colmo, esa horrenda experiencia que ha sufrido Buffy será apenas una desagradable anécdota para la joven en lo que resta de serie, mientras que a quien obsesiona y atormenta es a Spike. Si Michael Gershman no hubiera cargado tanto las tintas, esto resultaría más creíble y menos ofensivo. Es ahí, pues, donde radica el gran defecto de «Seeing Red», que incluso sin dejar de apostar por el mismo giro argumental para propiciar la epifanía de Spike podría haber hecho algo tan lógico como mantener la verosimilitud de la protagonista y que así la brecha entre ambos personajes fuera menos insalvable, con lo que su posterior reconciliación habría sorteado la artificiosidad. Por lo demás, se trata de un gran capítulo, cuyo tono desolador y lúgubre básicamente intenta hacernos reflexionar sobre la importancia de medir nuestros actos, puesto que, con ellos, tal vez estemos creando un infierno en el que atraparemos, no solo a quienes nos rodean, sino a nosotros mismos (que se lo digan a Warren...).


1 Recordemos que en el episodio anterior, «Entropy», Spike le declara explícitamente a Buffy que «nunca te haría daño».

2 Comparemos la reacción de esta Buffy, de 21 años, dos veces resucitada, huérfana y hermana mayor por sorpresa, a la que le han roto innumerables veces el corazón tanto novios como amigos, y que se ha enfrentado con vampiros legendarios, espíritus vengativos, serpientes gigantes, superhombres de ingeniería genética, criaturas mitológicas de todo tipo, robots y dioses, ¡y hasta extraterrestres!, con la actitud de la Buffy de 17 años que hizo acopio de valor y fuerza ante el hecho de que Angel se hubiera convertido en un monstruo psicótico, cuyas sanguinarias y crueles maquinaciones, encima, la tenían a ella, a sus amigos y a su familia como objetivo, por lo que no vaciló en matarle a pesar de lo mucho que lo amaba.

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