El as en la manga: El discreto encanto de «Ace» de Nancy Drew

[OJO, lo que viene a continuación contiene spoilers. Si no has visto la serie Nancy Drew de The CW, te aconsejo que no leas este artículo]

Vaya por delante que no soy ninguna experta en el universo del Sindicato Stratemeyer, con lo que mi disfrute de la infravalorada serie de la cadena The CW Nancy Drew se ha producido con independencia del grado de fidelidad a los libros de partida. Obviamente, como persona interesada en la cultura pop y curiosa respecto a todo lo friki en general, conocía a los personajes de Nancy Drew, los hermanos Frank y Joe Hardy, los gemelos Bobbsey y Tom Swift, pero por referencias indirectas a ellos o por haber visto esporádicamente alguna adaptación televisiva de sus aventuras. En todo caso, que en los años 30 del siglo XX, un emporio de literatura comercial y juvenil se atreviera a concebir a una detective postadolescente, obsesionada con resolver misterios, tan resolutiva e independiente como brillante, dice mucho del potencial de un personaje que ―sus fans lo afirman, no yo― no ha sido especialmente afortunado, ni en su evolución a lo largo del tiempo en la letra impresa ―a menudo víctima de mediocres escritores asalariados o de la involución ideológica de algunos períodos de su nación―, ni tampoco en sus adaptaciones a otros medios expresivos. Como muestra, la serie que a finales de los años 70 Glen A. Larson llevó a cabo sobre los hermanos Hardy y Nancy Drew, en la que, al principio, se alternaban los episodios con protagonismo de unos y de otra, pero donde, paulatinamente, se fue reduciendo la presencia de la joven, hasta eliminarla definitivamente en su tercera temporada.

¿Qué identidad esconde el mote de «Ace» («As»)?

Al respecto, no es ningún secreto que el último intento de llevar a esta detective al terreno audiovisual tampoco ha saboreado las mieles del éxito. En parte, ello se explica por un fenómeno de rechazo soterrado hacia el protagonismo femenino en el ámbito del entretenimiento masivo, y por consiguiente destinado por igual a audiencias de ambos sexos. Y no se trata tanto de que el amplio público per se no pueda disfrutar de creaciones cuyo personaje principal sea una mujer, sino de prejuicios sexistas alentados por ciertos sectores tradicionalmente dominados por hombres, que últimamente parecen sentirse amenazados y ejercen con tan poco rigor como desparpajo su influencia, hasta el extremo de denostar buenas ficciones1 o, en su defecto, terminar por ponerles el sambenito de creaciones «para chicas», es decir, de segunda categoría. ¿O hay alguien tan ingenuo como para creer que, por ejemplo, si el protagonista de Harry Potter hubiera sido de sexo femenino la saga habría sido tan tremendamente popular en el ámbito editorial y también en el fílmico? Si le sumamos a este hecho la particularidad de que en el quinteto protagónico de Nancy Drew predominan las mujeres, y que este se caracteriza, además, por una cuidada representación multiétnica, hasta el punto de que uno de los dos WASP que lo integran es medio judío, buena parte de la audiencia sencillamente la obvió por completo, o la descartó radicalmente tras el visionado de un par de episodios, por considerarla «demasiado moderna»; y es que de esta guisa, en puridad, la calificaban ciertos críticos en su estreno, haciendo referencia a que era demasiado «políticamente correcta», léase progresista y paritaria: como se ve, un motivo «realmente» de peso para minusvalorarla...

La estupenda interpretación de Kennedy McMann como Nancy Drew es uno de los puntos fuertes de la serie.

En cualquier caso, este tipo de inconsciente desafecto al rol central de una mujer no bastaría para propiciar la ajustada audiencia con la que ha contado el espacio. Hay, por desgracia, otra razón más substancial, y se trata de la apuesta de las showrunners, Noga Landau y Melinda Hsu Taylor, por la creación de un universo fantástico que no existía en las novelas de origen, lo que, con alguna rara excepción, ha alejado en bloque al target potencial de la serie, o sea, a los fans de la Nancy Drew literaria. Su indignación ante la conversión de River Heights en una suerte del Crystal Cove de Scooby Doo o del Sunnydale de Buffy, cazavampiros los ha hecho impermeables a muchas de las virtudes de la propuesta, entre ellas Kennedy McMann, que, aparte de ser una magnífica actriz, es posiblemente quien mejor ha sabido capturar el espíritu del personaje hasta la fecha. Y, nuevamente, no estoy expresando solo mi opinión, bastante profana en la materia, sino la de esas raras excepciones que citaba de fans de las novelas que también lo son de la serie, una circunstancia que, por otro lado, debe de haber incrementado el disgusto de quienes no pueden concebir una adaptación tan libre, porque el potencial para hacerla a la medida de las páginas de partida, al menos por lo que atañe a su protagonista, estaba ahí.

Desde luego, aunque no comparta su sentimiento de decepción, puedo entender la frustración de estos admiradores inveterados de la heroína novelística, pero, como descubrí ya de muy niña, al ser una apasionada, desde que tengo memoria, de la literatura y del cine a partes iguales, las excelencias de una adaptación no tienen que depender nunca del grado de traslación fiel y caligráfica del original, sino del respeto hacia el espíritu de dicho original, esto es, hacia esa cualidad propia, inefable y casi mágica, que ha propiciado que aquel se haya convertido en una parte inagotable del acervo cultural popular. De otra forma, ¿qué sentido tendría convertir novelas o relatos en filmes o en series, más que ahorrarles a los vagos mentales el «trabajo» de leer?

El «Drew Crew» relajándose en la terraza del The Bayside Claw.

En este sentido, Nancy Drew de The CW no pretende engañar a nadie, razón por la cual hasta el nombre de la población donde se ambienta la trama ha sido cambiado por el de Horseshoe Bay. Sin embargo, en la estela de la producción de la BBC Sherlock (2010-2017), actualización tan libérrima de las aventuras clásicas del detective creado por Conan Doyle como cargada de un amor infinito hacia ellas, la calle donde vive la protagonista con su padre efectivamente se llama River Heights. Es más: la pandilla de la serie se inspira directamente en la de los libros. Así, si en ellos las dos mejores amigas de Nancy son Bess Marvin y Georgia «George» Fayne, en su réplica televisiva son convertidas en Bess (Marvin) Turani ―un nombre de origen no caucásico, como no es caucásica Maddison Jaizani― y George Fan ―un apellido de origen chino, igual que el país de origen de Leah Lewis―, mientras que el protagonista masculino por excelencia del programa se llama como el novio de Nancy en las novelas, Ned «Nick» Nickerson (Tunji Kasim). Y después está «Ace» (Alex Saxon), el auténtico «as» en la manga perdón por el chiste fácil de los creadores del serial, y en torno a quien acabará por girar este artículo, al haberse hecho un hueco en el imaginario de mis personajes de ficción favoritos.

Uno de los momentos que ilustran la profunda confianza que media entre Nancy y «Ace».

Como se puede apreciar al navegar en este blog, soy una fanática de Buffy, cazavampiros. Por ello, no tengo duda de que Landau, Savage, Bao, Harrison, Hsu Taylor y el resto de factótums de la propuesta que nos ocupa tuvieron en mente, en el momento de iniciar la misma, este clásico de Whedon, uno de los raros casos de éxito popular con una mujer como protagonista, donde, para más inri, siempre hubo logrados personajes femeninos frente a la sosería, la inmadurez, la estulticia o el monolitismo de la gran mayoría de los masculinos. Con tal referente como modelo de partida, quizás este sea uno de los motivos de que el elemento fantástico se incorpore a Nancy Drew sin rubor alguno y en contra de la caracterización primigenia de la joven detective, mientras que su agudo sentido del humor otra de sus grandes bazas también beba directamente de Buffy, cazavampiros. Bien es verdad que, a diferencia de esta, Nancy Drew no tiene un tono predominantemente irónico y aventurero, sino de misterio terrorífico, y que el sustrato de reflexión existencialista, ética y sociológica para audiencias teen de Buffy, por otro lado presente en mayor o menor grado en todas las producciones de The CW, aquí se haya visto reducido a mínimos, y desde luego no es tan arriesgado ni profundo como lo era en las andanzas de la rubia cazadora de monstruos. De todos modos, ello no es óbice para que Nancy Drew, sin que me parezca una obra maestra de la ficción catódica2, sea una de las mejores series young adult de contenido ajeno al mundo de los superhéroes de DC de dicha cadena televisiva, lo que hace incluso más chocante la tibia respuesta de la audiencia. Indicativo, empero, de las virtudes que atesora esta producción es la pequeña pero fiel base de fans que tiene, los cuales, sin preocuparse por su grado de fidelidad al referente textual, y claramente ajenos al complejo de incel de ciertos gurúes, han sabido apreciar su comicidad, sus ingeniosos giros argumentales, su impecable factura visual ―realmente sólida en todos los aspectos: realización, fotografía y F/X― y su capacidad para hacer creíble un mundo donde las amenazas paranormales conviven en igualdad de condiciones con los problemas cotidianos. Y, por supuesto, también han sabido apreciar el carisma de sus personajes, al fin y al cabo los responsables de sostener nuestro interés y de que deseemos seguir acompañándoles en una nueva entrega de sus cuitas.

Nancy, Bess y George, tres grandes personajes femeninos, tan logrados como dispares entre sí.

Ya mencionaba antes la inmejorable encarnación de la heroína por parte de McMann, quien, siendo justos, se halla muy bien secundada por Jaizani y Lewis, cada una de las tres configurando de esta guisa un tipo de mujer que se aleja sobremanera de los estereotipos de género. Así, frente a la perspicaz, temeraria y monomaníaca Nancy, capaz de arriesgarlo todo en pos de la verdad, y con una obstinación y una ocasional falta de escrúpulos que a veces no la dejan en muy buen lugar, tenemos a Bess, cleptómana obsesionada con el lujo y la imagen, por tanto toda una instragramer en potencia, cuyo carácter nervioso e inseguro, aparte de su deseo de encajar y gustar, la hacen tremendamente graciosa, y ello sin descuidar rasgos de su personalidad más «serios» como su complicado origen familiar, sus aptitudes mágicas o su desigual fortuna al escoger mujeres de las que enamorarse. Casi en oposición a Bess está George, quien, dando al traste con otro tópico más ―el de las asiáticas como féminas delicadas―, es más basta que un arado, y representa a la paria social desafiante y luchadora, puesto que, acostumbrada desde niña a valerse por sí misma ―aparte de a cuidar de sus tres hermanas pequeñas―, ante una madre alcohólica, un padre ausente y una falta absoluta de amigos y posibles, George odia cuanto pueda ser confundido por sentimentalismo («no doy abrazos», declarará en una ocasión), y además de ser pragmática, brutalmente honesta y proactiva, a menudo sus comentarios glosan con marcado sarcasmo las locuras en las que Nancy los implica a todos una y otra vez.

Valiente, intuitiva, poderosa... y muy divertida: ¡Larga vida  a Bess!

Ante este imbatible trío de mujeres, tenemos únicamente a dos protagonistas masculinos, se diría que a priori caracterizados como la cara y la cruz. Porque, si bien es fácil ver en Nick al modelo de hombre perfecto, Ace se diría creado únicamente para ser la contrapartida masculina de Bess, al ejercer asimismo de «calamidad brillante y entrañable». Pero las apariencias engañan: y eso es una de las grandes máximas de cualquier obra de género detectivesco que se precie.

Responsable, valiente, noble, atento y fuerte, Nick carga con un trágico pasado a sus espaldas: haber matado a un hombre. Aunque se peleó con el tipo para impedir que abusara de una amiga, y de hecho su muerte fue el resultado accidental de dicha pelea, ello le dota de una integridad a prueba de bombas, pues, habiendo cometido el peor de los crímenes, gran parte de sus actos presentes pretenden expiarlo, con lo que se esfuerza por ser ecuánime, velar por los desfavorecidos y luchar con la ley en la mano en contra de los malvados. No es casualidad que Nancy le domine «la brújula moral» de la pandilla; como tampoco lo es que empezara siendo el «chico» oficial de la serie, en tanto primer interés romántico de la detective amateur. Ello no obstante, Nick no tardaría en ser desbancado por otros personajes en el afecto de la protagonista, mientras que él acabaría en brazos de George. Ignoro si ello formaba parte del plan inicial de Landau y Hsu Taylor o supieron leer correctamente los signos que el desarrollo de los personajes les iba dando. 

Nick: el referente ético del grupo de heroicos perdedores aglutinados en torno a Nancy.

Pensemos que es bien sabido que hay escritores que conciben de principio a fin su obra antes de plasmarla de facto, con un guion general e, incluso, con momentos importantes ya perfilados grosso modo, mientras que otros admiten que parte del placer de escribir radica en que, esbozados ya unos personajes y un punto de partida, son estos los que les llevan hasta no se sabe dónde, de forma que ellos mismos confiesan ignorar cuál será la extensión de cada escrito, los rumbos que tomarán sus tramas e incluso el destino último de sus criaturas.

Viendo la falta de química que hay entre McMann y Kasim, no es descabellado suponer que los artífices del proyecto juzgasen oportuno apear a Nick de la categoría de enamoramiento de Nancy. Evidentemente, siendo Kasim quien cuenta con el personaje con el que es más difícil lucirse del serial3, se podría creer que la ausencia de chispa en los amoríos de Nancy y Nick respondía a las carencias del segundo. Sin embargo, con George, Nick encaja mucho mejor, y sus momentos de pareja logran transmitir una ternura que los hace creíbles aun a pesar de la mirada errática y el amaneramiento de Kasim. Por otro lado, si realmente Nick era el destinado al final a ser el hombre definitivo en la vida de Nancy, como hace sospecharlo el hecho de que lleve el nombre de su pareja en los libros ―aparte de que ha acabado rompiendo con George―, de ser así, digo, ¿entonces a qué viene la surrealista (e increíble) incógnita sobre el nombre real de Ace?

«Es más listo de lo que parece». Y qué lo digas, Nancy...

Ya cuando la voz en over de Nancy nos hace una rápida presentación de su pandilla en el piloto, se instaura este misterio-chiste recurrente en el serial. A la sazón, la protagonista dirá que al callado pero «más listo de lo que parece» friegaplatos de The Bayside Claw se le conoce simplemente como «Ace» (es decir, «As»), sin que se tenga constancia de ningún otro nombre o apellido relacionado con él. Una afirmación que no tarda en revelarse como absurda cuando, en esta misma temporada inicial, sabremos que vive con sus padres, quienes, para más señas, son la máxima encargada de la biblioteca pública de la pequeña ciudad y un famoso capitán de la policía local semirretirado: dos figuras, pues, bastante destacadas dentro de esa comunidad costera de Maine, lo que hace completamente imposible que se desconozca su apellido familiar. Aun así, se sigue redundando en ese inverosímil enigma ―incidiendo, por tanto, en el carácter jocoso del mismo― en la temporada dos, cuando todos han perdido la memoria pero se han apuntado previamente sus nombres, presentándose Ace a Bess como sigue: «Me llamo Ace, no estoy seguro de si es un nombre o un apellido». Y la broma prosigue también en la tres, en el momento en que un Ryan (Riley Smith) vuelto a la adolescencia mental por mor de un conjuro de rejuvenecimiento, se ríe de que Ace llame «señor Drew» al padre de Nancy, y le increpa: «¿Cómo le llamas señor Drew a Carson? ¿Te gustaría que te llamara a ti señor...? Espera... ¿Cuál es tu apellido?». ¿A santo de qué se fuerza al máximo el desconocimiento de la verdadera identidad de uno de los personajes principales, si encima ni siquiera se hace para darle un pasado secreto?

Siendo en la primera temporada el más marginal de los protagonistas, que aparecía en escena sin aportar mucho más que su sentido del humor y sus habilidades informáticas ejerciendo, pues, de «the guy in the chair» de manual, hasta el extremo de ser el único de la pandilla que se encuentra totalmente fuera de cámara durante varios episodios enteros, se podría haber aprovechado para forjarle un background que explicara que solamente respondiera al mote de «As»; pero, a partir del episodio 10, cuando conocemos a Thom (Anthony Natale), el padre del joven, y hasta visitamos su casa, queda claro que su identidad, en realidad, no es secreta para nadie más que para el público. Y pronto, viendo la maña de Ace para seguir pistas y su tendencia a hackear cualquier sitio que le parezca interesante por motivos a veces imprecisos, junto al hecho de que no solo nunca duda de las decisiones de Nancy, sino que es quien suele apoyar con mayor vehemencia todos sus planes, por demenciales que sean, advertimos que Ace tiene la misma configuración que su amiga de «pirrado» por la resolución de misterios. Si a ello le sumamos que su padre es detective (de policía, pero detective al fin y al cabo), y que descubriremos en la temporada segunda que tiene un hermano secreto, es lógico que los fans estemos casi al 100% seguros de que Ace es uno de los hermanos Hardy. Y ello haría que este personaje hubiera nacido para ser en verdad el más relevante junto con Nancy.

Un emotivo momento entre Thom y su hijo.

Aquí es menester hacer un alto para señalar que, esporádicamente, Nancy hace alguna aparición estelar en el universo de Frank y Joe, y viceversa, de modo que resuelven algunos de los casos más difíciles los tres juntos. También que, a pesar de que en sus respectivas sagas de novelas todos ellos disfrutan de relaciones de pareja más o menos estables, en las entregas en las que se producen estos crossovers siempre se evidencia cierta atracción de los jóvenes hacia ella, primero del menor, Joe, y después, y sobre todo, del mayor, Frank; unas emociones románticas que Nancy nunca reciproca abiertamente, pero que no le desagradan en absoluto. Si Ace, como dicta la lógica, es uno de los dos Hardy, eso es algo que no parece improvisado a tenor de si Nick y Nancy funcionaban o no como pareja, y sería darle a los fans de las obras de Carolyn Keene y Franklin W. Dixon ―firmas colectivas de los escritores fantasma del Sindicato Stratemeyer― lo que siempre han querido: una relación amorosa entre Nancy y Frank (o Joe). Algo que, por otra parte, hace irónico que muchos de ellos no hayan apreciado el espacio por alejarse del canon literario, cuando, encima, no todos los misterios que resuelve Nancy en el show son de signo fantástico: en absoluto.

Nancy junto a Ryan Hudson, otro de los grandes personajes del show.

Sea o no sea Ace un «chico Hardy», es curioso advertir que, acabada la primera temporada de Nancy Drew, y aun con la menor presencia de Alex Saxon en la misma ya señalada, lo cierto es que una servidora ―y no tardé en descubrir que no era una excepción― se había enamorado sin remedio del personaje; y conste que por aquel entonces ni me planteaba que pudiera tener la relevancia de la que ahora goza en tanto potencial novio de la protagonista. En todo caso, Ace tuvo una dura competencia en mis afectos, porque, al principio, quien me había encandilado había sido George, en parte porque me sentí identificada tanto con esa estigmatización que la había marcado en el instituto como con esa carencia de gracilidad y atributos «femeninos» (entendidos estos, por supuesto, desde un punto de vista sexista y retrógrado). Y encima me hacía reír. Paulatinamente, empero, quien me sedujo fue Nancy, y de forma inesperada, pues de buenas a primeras, y pese a su condición de eje vertebrador de la intriga, la joven no se hacía querer, ante su ánimo melancólico y, por ello, bastante egoísta; ante una inteligencia superior que a veces sacaba su lado más condescendiente o sarcástico; y ante una audacia casi suicida, que nunca medía las consecuencias de sus actos y que solía arrastrar consigo, en una llamarada de insensato apasionamiento, a las personas que la admiraban o querían. Con todo, ese lado oscuro equilibraba sus virtudes y, fundamentalmente, la convertía en un personaje más poliédrico, y por ende, más humano y más vivo; y ahí me ganó.

La más punk de las heroínas de Horseshoe Bay. Muy fan de Fan.

Sin embargo, la gran revelación me vino de la mano de Ace, alguien que, jugando inicialmente en la misma liga en la que lo hacía entonces Bess (la del contrapunto cómico), fue mostrando poco a poco muy poco a poco, y muy sutilmente― una honda, por escondida, complejidad psicológica y emocional, hasta convertirse en ese tipo de presencia en pantalla capaz de captar siempre la atención por lo diferente y singular de sus apariciones.

Como mujer heterosexual, se me puede achacar una cierta parcialidad hacia los caracteres masculinos; y aunque no negaré que hay algo de cierto en ello, no es menos cierto que Dana Scully, River Song, Delenn, Felicity Smoak, Monica Geller y un largo etcétera son «mi» personaje de sus respectivos universos; y todos ellos, como se ve, mujeres. Por tanto, espero que no se me cuestione cuando afirmo que lo que me ha fascinado de Ace no son sus ojos azules o su melena, sino que, siendo el más looser de esa pandilla de loosers aglutinados en torno a Nancy, aun así no parece vivir en conflicto consigo mismo ni con su destino, imbuido de una actitud calmada y positiva («rollo zen», la define Nancy) y de un laconismo que, sin embargo, no le impide verbalizar ni sus ideas ni sus sentimientos, al contrario; y es que hace gala de una elocuencia de mínimos para decir lo más acertado y agudo en el momento preciso realmente envidiable.

No es que haya química entre Nancy y «Ace»; es que uno ve la tabla periódica de los elementos cuando comparten escena.

Consecuentemente, si Nick encarna la masculinidad sensible y desacomplejada de nuestros días, Ace va un paso más allá en la subversión de los tópicos y atesora en su persona una serie de cualidades tradicionalmente atribuidas a las mujeres: dulzura, paciencia, empatía, compasión, instinto de protección, candor... Habiendo empezado su andadura en Nancy Drew, en apariencia, como el nerd porreta e informático de la banda, progresivamente fue demostrando que, bajo esa sempiterna parquedad de palabras y esa pose cool de no perder los nervios, ver el vaso medio lleno y fluir con la vida, en realidad se ocultaba un chiquillo asustado y solitario, que nunca tuvo una pandilla de amigos, que llenó su vívida imaginación con libros, películas y videojuegos, que siempre vivió preocupado por la salud de su padre y que nunca supo muy bien qué hacer con su vida, dedicándose a protegerse del mundo real mediante su amor hacia los pequeños placeres, como los coches antiguos, los juegos de mesa o la música de AC/DC, seguramente porque su exacerbada sensibilidad le impedía atreverse a tener mayores aspiraciones que sentir que todos a los que amaba estaban cerca, y bien.

Aunque Nancy y «Ace» nos tengan en vilo, no olvidamos que la principal pareja del serial son George y Nick, altibajos aparte.

Según lo dicho, es hasta natural que alguien como Ace solo se sienta integrado en una comunidad de amigos dentro del «Drew Crew», compuesto, como apuntaba, por una ristra de perdedores como él: Nick lo es, en tanto ex convicto que echó por la borda su futuro y que no ha sido capaz de afrontar su anterior vida en Florida, huyendo a la punta opuesta de Estados Unidos; George, como madre forzosa de sus hermanas, eternamente metida en relaciones tóxicas y supuesta mala influencia para las chicas, por lo ligera de cascos y lo nada políticamente correcta; Bess, al tener un turbio pasado como estafadora en su Inglaterra natal y haber sido echada de casa por su propia madre, ¿quizás por homofobia?; y Nancy, en tanto joven acostumbrada a salirse con la suya a base de inteligencia y denuedo, y que pese a ello no pudo salvar a su madre y vio de esta manera hundirse todos los convencimientos que sobre el mundo y sobre sí misma tenía. ¿Y Ace? Pues él no cuenta con experiencias tan traumáticas como las del resto del grupo, lo que no le impide rondar la treintena, seguir viviendo en casa de sus padres, no estudiar y trabajar de friegaplatos. Por su tendencia a poner nombres femeninos a los objetos que quiere, por su entusiasmo casi infantil cuando algo le apasiona o le asombra, por su pericia autodidacta en el ámbito informático, por haber pasado gran parte de su infancia y adolescencia solo y leyendo en la biblioteca junto a su madre, por su parcialidad hacia Star Trek, por sus comentarios humorísticos en los momentos de máxima tensión (para rebajar el miedo de todos), Ace es como un niño grande, un friki adorable, y por ello su condición de looser, más que impuesta por circunstancias ajenas a él, le viene determinada por su propia personalidad.

Y es que, no lo olvidemos: tal vez desde este lado del Atlántico la falta de ambiciones de Ace no sea nada malo, pero en la sociedad americana, donde has fracasado en la vida si como mínimo no has montado una empresa de éxito con veinte años, en puridad lo convierte en alguien inferior, casi ridículo. Y eso es precisamente lo que resulta más irresistible del personaje, porque, cierto, menudo desastre que es, sin querer asumir las responsabilidades de la vida adulta y acomodado en una existencia sin porvenir; pero, en cambio, nadie le iguala en su capacidad de comprender y perdonar, en su voluntad de cuidar y apoyar a los demás, en su rechazo de los abusones y en su arrojo cuando se trata de defender a otros; en definitiva, en una bondad que no puede disimular y que despierta tal afecto y confianza entre quienes le rodean que justifica la calidez de sus relaciones con su adusto progenitor o que Carson y Ryan establezcan con él un vínculo cuasi paternofilial, en el que, con frecuencia, los roles de hijo y de progenitor se intercambian.

Nancy con su padre, Carson Drew.

Sobre el particular, me hace muy feliz saber que el paulatino cambio de afectos de Nancy hacia Ace y viceversa haya sido visto por la gran mayoría de fans como uno de los aciertos de la serie, y que todos adoremos a la parejita que forman (bueno... o que podrían llegar a formar). Hace un tiempo, algo así hubiera sido del todo imposible, porque los grados de cutrez que acarrea Ace a sus espaldas le habrían impedido salir de la friend zone de la protagonista... ¡que no iba a estar con semejante pringado! Pero es que ahí está el quid de la cuestión: Ace solamente es un pringado si lo vemos bajo una perspectiva materialista y superficial. Cuando Carson (Scott Wolf), admirado ante las habilidades informáticas del amigo de su hija, le dice que no entiende cómo no es un multimillonario de las high-tech todavía, y Ace le responde, en broma pero con terrible seriedad, que cómo está seguro de que no lo es, se evidencia la poca importancia que el joven le da a este tipo de cosas. No en vano, las dos novias que le conoceremos en el serial (Laura Tandy y Amanda Bobbsey) son mujeres de armas tomar, como Nancy. Y es obvio que a alguien sereno, conformista y dócil como Ace le conviene una pareja intrépida, resoluta y enérgica; y al revés.

Nancy, «Ace» y Laura en la oficina del jefe de policía local.

Por eso resulta tan brillante la evolución de la relación de Ace con Nancy, que es además la que marca el aumento de protagonismo del simpático friegaplatos, y cuyo punto de inflexión acaece, de hecho, a partir de «The Mark of the Poisoner's Pearl» (T1, EP10). Tras el accidente de coche padecido por Ace en el episodio 7, que lo dejó a las puertas de la muerte, se produce un cambio en la dinámica del grupo a su regreso del hospital: así, Nick advierte el gran cariño que le ha tomado al impávido hacker; George (siempre adusta) admite a regañadientes su alegría de verlo vivo, y Bess se convierte, definitivamente, en su mejor amiga y adalid. Y en cuanto a Nancy, al sentirse culpable de lo sucedido ―pues fue su discusión lo que hizo que Ace decidiera montarse en el jeep de Laura que sufrió el siniestro—, intenta acercarse más, a modo de disculpa y reparación, al que hasta hace poco consideraba un tipo genial pero bastante «colgado». Y de aquí a que devenga su máximo confidente y cómplice media un paso; una condición que, en puridad, Ace no tarda en adquirir desde que en «The Terror of Horseshoe Bay» (T1, EP15) no vacila en beberse una probeta que contiene veneno porque Nancy ha afirmado que era en verdad agua. No olvidemos que la joven tendrá varias parejas, y amigas, y familia, pero, sin embargo, las pocas veces que busque consejo, apoyo moral o ayuda, casi siempre se volverá hacia Ace, posiblemente porque se ha percatado de la predisposición de su amigo a echar una mano a cualquiera que lo necesite. Por lo que respecta al propio Ace, haber estado a las puertas de la muerte básicamente le hace tomar conciencia de que le importa más formar parte de esa pandilla de investigadores amateurs que ha constituido con sus nuevos amigos que tener un affaire estable con Laura.

En consecuencia, y aunque haya de por medio otros intereses erótico-románticos de Nancy y Ace, a partir de dicho episodio 10, se pone de manifiesto que, mientras que sus personalidades son complementarias, sus mentes funcionan de modo análogo cuando se enfrentan a algún misterio o problema, con lo que sus grados de afinidad personal son los idóneos para, si se tercia, cimentar una relación de pareja sana y duradera. Es desde ese reconocimiento mutuo, que advierten quienes les rodean conforme más aumenta su camaradería, pero que tanto les cuesta a ellos mismos dilucidar, que inevitablemente termina por surgir la atracción entre ambos; y una atracción que se sustenta menos en lo físico y más en lo espiritual y mental, lo que es tanto como decir que se trata de una inclinación sentimental que supera en adultez, honestidad y profundidad a todas las vividas por los dos previamente.

La pandilla al completo, en pleno proceso de descubrir una pista.

De ahí que sea de un perverso ingenio por parte de los guionistas la conclusión que, de momento, le han dado a este incipiente romance. Entre otras razones, porque evidencia la íntima vulnerabilidad de Ace, que es lo que, en el fondo, lo hace un personaje tan atractivo y tan único. Ignorando este la maldición que mantiene a Nancy alejada de él, pero siempre intuitivo y agudo psicólogo, está convencido de que su declaración amorosa no ha sido recibida por Nancy con desagrado o incomodidad, al contrario. ¿Por qué entonces lo ha evitado sistemáticamente durante un mes? ¿Será porque, aunque le guste a la joven, la vida de Ace es tan patética que se avergüenza de él y no está dispuesta a involucrase sentimentalmente con semejante fracasado? Es en ese momento, después de una sucesión de episodios en los que ha sido manipulado por Bobbsey, rechazado por Amanda, reñido por Carson e incomprendido por su padre, que Ace, que se ha sentido más desplazado que nunca de la vida de sus personas cercanas, metafórica y literalmente hablando ―al culminar su mala racha quedando atrapado en la liminidad4―, de pronto pierde esa fachada de aparente satisfacción consigo mismo y evidencia todas sus inseguridades y carencias, convencido de no estar a la altura de la mujer a la que ama, y por tanto desesperado por demostrarle (y demostrarse a sí mismo) que es válido. Su franca confesión de que su aire de impasibilidad solo es su automatismo para esconder el miedo que siente hacia prácticamente todo no hace sino incrementar el poder de seducción del personaje; porque, de hecho, exponer su fragilidad emocional por primera vez fue el pistoletazo de salida del desarrollo en profundidad del mismo.

Bess, «Ace» y Nancy a punto de liarla parda.

Como he comentado previamente, Ace era el menos importante de los cinco personajes centrales durante la primera temporada; y en la parte inicial de la misma, sobre todo forma una especie de dúo cómico con Bess, su amor imposible, con quien establece una encantadora complicidad de «apoyatrónicos» (v. gr. enamorados platónicos que se apoyan). Pero, desde que tiene el accidente de coche que lo deja fuera de juego durante varios episodios, de repente descubriremos una nueva cara del aparentemente despreocupado Ace. Así, cuando George se vea obligada a ir al plano espiritual para recuperar el alma de su amigo, sumido en un coma, la experiencia más traumática de la existencia del joven, esa que le está impidiendo volver a la vida, resultará que no es, como sospecha McGinnis (Adam Beach), el haber estado a punto de morir en el coche de Laura, sino cuando el padre de Ace sufrió el percance laboral en el que se quedó sordo y casi falleció. Es de una ternura infinita que George no encuentre a un Ace adulto, sino a un niño de seis años, aterrorizado ante la perspectiva de perder a su papá, y le devuelva la consciencia tomándole en brazos y sacándole de ese momento intensamente angustioso de su pasado. A partir de aquí, conoceremos a Thom y veremos cómo, a pesar de su carácter huraño, el amor y la paciencia de su hijo parecen anclarle con el resto del mundo, mientras sabremos de los «enemigos» que Ace tiene en la biblioteca, al haber pasado tantos ratos ahí en su infancia, «igual que un personaje de una novela victoriana», como se burla de él, cariñosamente, Nancy. Asimismo, le veremos hacer lo imposible por salvar la vida de Carson ―en uno de los momentos más hilarantes y estelares de Ace―, además de ser el más firme apoyo emocional de Nancy cuando la heroína toque fondo al final de la temporada de inicio. Y encima, el joven hará todo ello como es él, tranquilo y discreto, con su característica actitud cariñosa y comprensiva, pero a la vez sin dejar atrás sus dotes para meter la pata. Incluso, cuando en «The Search for the Midnight Wraith» (T2, EP1) le exprese su (comprensible) enojo a Nancy, sus palabras serán tensas pero suaves y comedidas, incapaz de levantar la voz a una amiga suya, al tiempo que no le dolerán prendas para admitir que es el temor a la muerte lo que está sacando la peor faceta de sí mismo.

Bess y «Ace» iniciando una sesión de espiritismo  o un día cualquiera en Horseshoe Bay.

Lo cierto es que, hasta tal punto tenemos interiorizada esa imagen calmada y benévola de Ace que, cuando en algún momento pierde los nervios, mostrando rabia, angustia, miedo, celos, tozudez, competitividad, orgullo, antipatía o despecho, nos produce una fugaz disociación, cuando, en verdad, su forma de expresar estos sentimientos negativos es lo más contenida y civilizada que imaginar cupiera, y en consecuencia no está fuera de carácter en absoluto, más bien lo opuesto, ya que nos recuerda que su humanidad no se limita a su torpeza, su escudo de impavidez o su frikismo.

No es de extrañar que, al profetizar la infame Temperance (Bo Martynowska) el destino de los protagonistas mediante una lectura del tarot, casi desde el principio sospechemos que ese «uno de vosotros» que «va a perder el corazón» será Ace. Porque en el «Drew Crew» cada uno de sus miembros encarna varias potencias del espíritu, como una máquina perfectamente engrasada para enfrentarse a los misterios de este mundo y del otro, de forma que, si Nancy sería la inteligencia (el cerebro) y la valentía; Nick, la ética y la tenacidad; George, la fuerza y el escepticismo, y Bess, el entusiasmo y la imaginación, el crac informático sin duda jugaría el papel del corazón del equipo, siempre dispuesto a escuchar a sus amigos y a tenderles una mano. Y se trata, en realidad, de un secreto a voces, pues en el episodio «The Scourge of the Forgotten Runeen» (T2, EP11), en el que todos se definen a sí mismos con cuatro pinceladas para recogerlas en un tablón y recordar después quiénes son ―ya que están a punto de borrarse voluntariamente la memoria―, a Ace le dedican, entre otros detalles más (v. gr. «genio tecnológico»), el calificativo de «deep soul», un concepto psicológico que se vincula a la gente creativa, original y sensible, con altos niveles de inteligencia emocional, intuición y curiosidad, en general tendentes a la introversión y la soledad a causa de lo intenso de sus sentimientos y la hondura de su mundo interior, y con un punto de secreta melancolía por estar siempre necesitados de conectar emocionalmente con los demás y no acabar de saber hacerlo del todo; y eso a pesar de tener la capacidad innata de comprender los sentimientos ajenos como nadie.

«Ace» y Nancy, en el angustioso momento que marcará el futuro de su relación.

No puedo evitarlo: siento una auténtica debilidad por los buenazos (Frodo Baggins, Steve Rogers, Luke Skywalker, Clark Kent... la lista es larga), y desde luego Ace es uno de ellos. En los tiempos de miseria moral y cinismo que vivimos, resulta de lo más refrescante que todavía se pueda crear una figura con un carácter tan generoso y afable, y que cale en el ánimo de los espectadores, precisamente, por ello. Y lo mismo va por la peculiaridad de que, sin tener claroscuros dramáticos, pero tampoco sin ser perfecto, Ace devenga real, creíble y cercano; algo que tiene mucho que ver con la manera en la que los guionistas lo han ido perfilando a lo largo de las tres entregas emitidas, mediante leves pinceladas para redondear su forma de ser aquí y allí, tan lacónicas, pero tan sagaces y certeras, como muchos de los comentarios extemporáneos que suele soltar el personaje. Por cierto, que llegados a este punto no sería justo obviar la interpretación de Saxon, contenida y sutil, pero muy honesta, y que tan bien casa con Ace. Es posible que los creadores escribieran el papel a medida de su forma de actuar, a contracorriente de ese gusto por la extroversión sentimental que caracteriza al Método ―y, en general, a la mayoría de la escuela norteamericana―, del que dicho sea de paso estoy bastante hasta el moño, porque más no significa mejor, y grandes actores pueden llegar a destrozar sus roles por culpa de esa tendencia a lo exagerado. O tal vez, sencillamente, se deba a que Saxon ha hecho tan suyo al personaje que hasta ha sabido imprimirle la modulación adecuada a sus gestos y sus palabras. En cualquier caso, Ace/As (potencialmente Hardy) no solo ha entrado en los altares de mis figuras ficcionales preferidas, sino que es uno de los muchos motivos por los que la serie Nancy Drew debería gozar de una suerte mejor. Quién sabe si, como a menudo ha sucedido en la historia del cine y la televisión, con el tiempo llegará a adquirir el aprecio que se merece. Yo, como Ace, soy optimista y no pierdo la esperanza.

1 Las furibundas críticas negativas que han recibido excelentes películas de evasión como Capitana Marvel (2019) o Eternals (2021), para mí solo se explican por la atávica repulsa que sienten algunos sectores hacia dicho protagonismo femenino, doblemente cierto en el caso de estos dos filmes, ya que también cuentan con autoría femenina. Y si alguien me quiere desmentir citándome la buena acogida de Wonder Woman (2017), recordarles que esta última se trata de una cinta aburridamente convencional, donde Diana, más que ese icono del poder femenino que encarnaba en los cómics, es reducida, prácticamente, a una fantasía masculina sobre la mujer perfecta, pues a su belleza, bondad e inteligencia se le añade una infinita paciencia (casi maternal, podría añadirse) con las flaquezas de sus aliados, el 99% de ellos hombres. No es casualidad que sea a través de la mirada de Steve Trenor ―por cierto, casi tan protagonista como la amazona― que se desplieguen los atributos excepcionales de la superheroína, con lo que, por enésima vez, el Otro por excelencia será lo femenino, mientras que el punto de partida «normal», «estándar», «neutro», será el del hombre. Encima, y a pesar de ser una especie de diosa, la joven se enamorará perdidamente de este «buen chaval americano», y sus emociones hacia él determinarán en buena medida su comportamiento, redundando así en el tópico de la tendencia hacia el romanticismo sentimentaloide del género femenino. Pero, por si todo esto no fuera suficiente, para colmo el piloto devendrá el auténtico héroe del relato, al ser él, y no ella, quien haga el sacrificio definitivo para salvar al mundo. Así que, en el fondo, Wonder Woman no hace más que repetir los mismos clichés de siempre vistiéndolos con una minifalda y una melena negra. Comparémoslo, en cambio, con la ausencia de amoríos de Capitana Marvel, que encima gira en torno a la amistad entre un hombre y una mujer, y ridiculiza el modelo de guaperas irresistible encarnado por Jude Law, o con la defensa de los valores de tolerancia, humanismo y rebeldía que tanto se vinculan a los movimientos feministas y que son espléndidamente recogidos en la cinta de Chloé Zhao. Solo así entenderemos por qué Wonder Woman no fue masacrada: Diana Prince seguía siendo una mujer a la que los hombres podían amar además de admirar, pero Carol Danvers, Ajak, Thena e incluso Sersi escapan de los roles de género habituales en este tipo de piezas, y resultan realmente ajenas, incomprensibles. Y por tanto incómodas, muy incómodas.

2 Dándole al César lo que es del César, añadiré que lo que no termina de hacer de Nancy Drew una serie redonda en su género es su precipitado ritmo narrativo, como si guionistas y montadores trabajaran para espectadores aquejados de TDAH. Seguramente por razones de presupuesto, es habitual que se acorte la resolución de algunos de los conflictos, que se hagan elipsis brutales entre capítulos, que se abran líneas que no luego no se desarrollan o que se dejen a la inteligencia del espectador sobreentendidos que no se plasman en pantalla. De todas formas, y a pesar de lo dicho, vista de nuevo, la serie carece de inconsistencias o cabos sueltos de relevancia. Y eso es mucho más de lo que se puede decir del 90% de shows de The CW, verdaderos epítomes del concepto «agujero de guion».

3 Ojo que a mí el personaje me encanta; pero dado que es el sensato y responsable del grupo, es más difícil adoptar manierismos que lo definan. Por otro lado, creo que Kasim, aunque me costaría imaginarme a otro actor en su papel, no se ha sentido cómodo en la piel de Nick hasta las dos últimas temporadas.

4 Eso sin tener en cuenta que el último fragmento del alma de Charity estaba en su interior. Sin lugar a dudas, los guionistas le han dado a Ace, definitivamente, el estatus de gran amor de la protagonista, al adoptar casi de modo constante el papel de «dama en apuros» a lo largo de la temporada 3.

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