PERSONAJES FAVORITOS: DANA SCULLY

Recopilatorio sobre mis personajes favoritos del audiovisual fantástico. No aparecen siguiendo ningún orden determinado. 

La agente especial Dana Scully ilustra en buena medida un fenómeno asociado a las creaciones de entretenimiento, en el que la complejidad y popularidad de un deuteragonista propician que, paulatinamente, termine desbancando al personaje en principio creado para sostener sobre sus hombros el peso de la trama. Aunque en el caso de Expediente X ello tiene mucho que ver con el progresivo desafecto del actor principal hacia la serie, quien llegaría al extremo de desvincularse casi por completo de ella, lo cierto es que, incluso antes de la desaparición definitiva de la pantalla de Fox Mulder, su compañera de andanzas ―¿o sería más acertado decir de infortunios?― había empezado poco a poco a eclipsarlo.

Imagen promocional de Gillian Anderson como Dana Scully.

Siendo esta una circunstancia más común de lo que parece, sobre todo con personajes femeninos a priori creados solo para dar réplica a los realmente «importantes», es decir, a los masculinos —citar someramente a la Valentina de Guido Crepax o a la Laureline de Jean-Claude Mézières, en el caso de Expediente X resulta más que comprensible la relevancia cada vez mayor de Scully por diversas razones, la primera de las cuales es la diferencia en la calidad de las actuaciones de ambos intérpretes. Y es que, por mucho que queramos a Mulder (que lo queremos), David Duchovny nunca acabó de sentirse cómodo en la piel del quijotesco profiler del FBI, mientras que Gillian Anderson aprovechó la oportunidad que le ofrecía el papel para demostrar al mundo lo magnífica actriz que era.

Dado que la intérprete de Chicago únicamente contaba con su talento para hacerse valedera del coprotagonismo de una serie de gran presupuesto, pues ni su físico ―muy baja y de facciones poco convencionales― ni su casi inexistente carrera previa encajaban con el ideal líder de audiencia que le hubiera gustado a la productora para el rol1, Anderson echó toda la carne en el asador y llevó a cabo un trabajo tan memorable que, en contra de la tendencia habitual de la época con las sistemáticamente ninguneadas propuestas de fantasía, acabó por copar los principales premios de interpretación dramática femenina en televisión.

Scully practicando una autopsia. Qué asquito...

Excelencias del trabajo de Anderson aparte, buena parte del poder de seducción de Dana Scully radica en el hecho de que, desde el minuto uno, nació subvirtiendo explícitamente los roles de género, pero sin caer en el recurrente error de convertirla en un remedo con pechos y vulva de las ideas y las conductas de los hombres2. De hecho, Dana Scully no tiene problemas para llorar, desear formar una familia, ponerse nerviosa en los momentos más delicados o expresar su disconformidad con pasión... igual que cualquier otro ser humano no castrado emocionalmente por los valores patriarcales; y sin embargo se halla en las antípodas de la supuesta tendencia al sentimentalismo, la debilidad, el instinto maternal y la intuición mágica que los prejuicios sexistas atribuyen a las mujeres.

De carácter reservado, sereno y escéptico, con una mente aguda y analítica, su dedicación a su carrera prima sobre cualquier otro aspecto de su vida, con lo que toda una generación de mujeres se vio vindicada por ella, al darse cuenta de que también podían dar rienda suelta a su racionalidad o anteponer su vocación a casarse o ser madres sin tener que dudar de sí mismas o recibir el repugnante sambenito de «poco femeninas»3

El trabajo de Scully la lleva a hacer una visita a prisión.

Pero es que, además, con inteligencia, los creadores le otorgaron aún mayor complejidad, al rehuir el estereotipo de «persona distante y cerebral entregada a la investigación científica», puesto que, nacida en el seno de una unida familia católica, Scully es contenida pero nunca gélida, cariñosa con los suyos aunque no efusiva, y, sobre todo, profundamente religiosa; una particularidad que, por un lado, expresa sin tapujos la paradójica psicología de la forense del FBI, al ser recalcitrantemente empírica en su práctica laboral y en sus actitudes cotidianas, y creer no obstante en algo tan acientífico como Dios, mientras que, por el otro, supone el primer punto de contacto entre ella y su nuevo puesto en los denominados «expedientes X».

Seleccionada a propósito por el jefe de sección Scott Blevins, el Fumador y demás gentuza de mala ralea para boicotear el trabajo de Fox Mulder, pronto la inquebrantable fe de este en lo inexplicable, tan cargada de entusiasmo como de honestidad, reverbera en el ánimo de Scully, que sin compartir las teorías conspiranoicas y paranormales de su compañero sobre la sociedad y la naturaleza, es empero capaz de empatizar con su trauma personal ―la desaparición de su hermana―, advierte lo inteligente y dedicado que es y comprende como nadie esa necesidad de aferrarse a un dogma para tener un punto de apoyo en un mundo inestable y cruel.

Asistiendo a una abducción masiva en «The Red & the Black».

Y si bien Scully siempre se las ingenia para dar las explicaciones más científicas y «realistas» que imaginar cupiera a los sucesos menos susceptibles de ser entendidos, y justificados, desde un punto de vista racional, ello no significa que sea condescendiente ni cerril, pues precisamente su innato escepticismo la predispone a evitar que sus creencias se conviertan en prejuicios. Si a ello se le suma su agudo sentido de la justicia, veremos que no vacilará en arriesgar su carrera y su vida cuando convenga, en defensa, no solo de su desafortunado compañero, sino de cualquiera que se vea agredido por un oponente claramente superior. No en vano, Margaret Scully recalca en varias ocasiones el carácter protector e independiente de su hija desde la infancia, cuando daba la cara por sus hermanos o se empeñaba en traer a casa a animales moribundos para tratar de salvarlos.

En consecuencia, es coherente con el personaje que termine enamorándose de Mulder, dado que pocas cosas resultan más seductoras para una persona de carácter fuerte y convicciones adamantinas que alguien con principios igual de incorruptibles, pero víctima de un temperamento incómodo para los poderosos, en exceso apasionado, franco e irónico, y encima marcado por la indefensión, el tormento y la culpa.

¿De qué me suena ese póster al fondo de Scully?

Y si la mezcla de admiración más compasión es el filtro amoroso definitivo para Scully, para Mulder lo será ver como alguien tan valiente, íntegro y brillante, no solo no ridiculiza sus pesquisas, sino que trata de darles un contrapunto objetivo y empírico ―manteniéndolo honesto y salvándole de su inclinación a fantasear, como afirma el protagonista en una ocasión―, toda vez que le ofrece su amistad y su apoyo incondicionales4.

En realidad, es tanta la lucidez, el autoconocimiento y la fortaleza de Scully, como si de una versión moderna y friki de Jane Eyre se tratara, que con frecuencia deviene la única capaz de distanciarse de las tragedias que asolan su vida y la de Mulder y conseguir, si es menester para descifrar un enigma o sencillamente para sobrevivir, ejercer de abogado del diablo. Por ello logrará, incluso, despertar el lado humano de una notable ristra de personajes turbios, con el Fumador a la cabeza5.

La agente Scully con su uniforme de campo del FBI.

En una serie que se deleita en el sinsentido de la vida, al mostrarnos un universo sórdido, doloroso y oscuro, que escapa no solo a nuestra comprensión sino también a nuestra moral —lo que la convierte en esa magnífica mixtura de misterio, ciencia ficción y terror, mucho terror―, uno de los pocos focos de luz que ilumina las tinieblas es una indómita médica patóloga, empeñada en espantar a los monstruos con su raciocinio, su ética, su sentido del deber y su capacidad de amar, en heroico testimonio de lo mejor que puede ofrecer el ser humano.

1Es sabido que Gillian Anderson fue una apuesta personal del creador, Chris Carter.

2Pienso, por ejemplo, en el personaje de Modesty Blaise, igualita a James Bond, solo que con el crepado de su larga melena y los vestidos fashion.

3Fue tal su influencia que un estudio sociológico acuñó el denominado «efecto Scully», en virtud del cual aumentó en un 55% el interés en las profesiones científicas por parte de las mujeres, gracias al fanatismo de muchas jóvenes hacia el personaje.

4Chris Carter puede desgañitarse cuanto quiera proclamando que su intención siempre fue que no hubiera nada romántico entre ambos personajes, pero sería más creíble su afirmación si toda la línea argumental del serial no los encaminara precisamente a ello. Son tantos los giros narrativos respecto a este asunto que no acabaría nunca de dar pruebas, pero me limito esencialmente a dos: por una parte, que los guionistas se esforzaran en aislar sentimentalmente a Mulder y Scully, hasta el punto de no solo eliminar a la pareja de Dana en el episodio piloto, sino de ir suprimiendo, uno a uno, a muchos de los familiares y amigos de ambos; y por la otra, que les dieran una especie de aire a lo Bonnie & Clyde de la justicia, en consecuencia abocados a enfrentarse en solitario contra los poderes fácticos, y a menudo incluso huyendo físicamente de ellos, en la estela de romances intensos, y malditos, como los de las parejas de Los amantes de la noche, La huida, Malas tierras, etc.

5Desde luego, no voy a entrar en el infame (por no decir ofensivo) final que se le ha dado al personaje, porque ello no responde en verdad a ninguna intencionalidad autoral o narrativa premeditada, sino al vano intento de seguir exprimiendo un filón a estas alturas ya inexprimible. De hecho, la innovadora fórmula de Expediente X, que consistió en llevar a cabo una especie de The Twilight Zone pero con personajes recurrentes y un arco argumental unificador, ya se ha explotado hasta la saciedad, y no solo por la propia serie (léase la trama de los Súper Soldados, con su tufillo a forzada expansión del lore), sino también por sucedáneos posteriores; pienso, sobre todo, en Sobrenatural. Cuando ya no sabes qué contar, y lo que pretendes únicamente es mantener la audiencia, recurres al giro sorpresivo epatante y huero, y que le den a la coherencia argumental, a la caracterización psicológica de los personajes o a la temática de fondo...


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