PERSONAJES FAVORITOS: LEOPOLD "LEO" FITZ

Recopilatorio sobre mis personajes favoritos del audiovisual fantástico. No aparecen siguiendo ningún orden determinado.

Cualquier fan de Agentes de S.H.I.E.L.D. siente una mezcla de orgullo e impotencia al comprobar que esta serie sigue siendo considerada el «patito feo» de la evasión friki: orgullo, por formar parte del club de «privilegiados» que la hemos visto entera (más de una vez) y no tenemos la menor duda de que se trata de una de las mejores producciones en su género nunca emitidas; e impotencia porque su menosprecio recurrente corresponde a cuestiones tan nimias como el hecho de que, indiscutiblemente, el arranque de su primera temporada fuera flojo o de que accedieron inicialmente a ella espectadores acostumbrados a la pirotecnia visual y argumental de las películas del UCM y no conectaron con un universo donde —al menos, al principio― tanto héroes como villanos eran mucho más «mundanos», rechazándola en bloque sin darle una segunda oportunidad.

Foto promocional de Iain De Caestecker como Leopold «Leo» Fitz. 

No es este el lugar, no obstante, para hacer una apología de la serie; baste con decir que se nota en ella el «toque Whedon», ya que, creada por Joss, Jed y Maurissa Tancharoen (esposa de este último)1, es una especie de réplica actualizada de Buffy, cazavampiros, más coral y compleja narrativamente hablando, y a diferencia de aquella poseedora además de una excelente factura visual, que prueba el ingente presupuesto invertido en ella por Disney, pero que, en la línea del clásico catódico mencionado, combina con habilidad el humor metarreferencial, la tragedia personal y las aventuras fantásticas2 en el sentido más amplio del concepto. Más allá de eso, y como es de recibo en cualquier creación de estructura episódica que se precie, una de las grandes bazas de Agentes de S.H.I.E.L.D. es, sin duda, la complejidad y el carisma de sus personajes.

Y, sobre decirlo, pocos de ellos alcanzan las cotas de sofisticación psicológica de Leopold «Leo» Fitz quien, de ser el brillante, entrañable y patoso científico nerd de la temporada inicial, pasa a convertirse, gradualmente, en epítome de mente maestra, moviendo los hilos de todo cuanto acontece, engañando o manipulando a propios y extraños si lo considera necesario en pos de un bien superior e, incluso, tomando decisiones muy discutibles moralmente. De esta forma, sin perder esa personalidad ingeniosa, dulce y empática que todos llegamos a conocer y a querer, Fitz deja atrás su inseguridad, su timidez y su inocencia para abrazar no solo todo su potencial, en tanto uno de los grandes talentos mundiales en el ámbito de las ciencias aplicadas, sino, sobre todo, para asumir y aceptar un terrible lado oscuro que anida en el interior de su cálido y afectuoso corazón.

Leo ejerciendo de «guy in the chair» de manual.

Porque, desde la conclusión de la primera temporada, cuando la traición de Ward convierte a Fitz en la gran víctima del equipo, los responsables del show se dedican a ir atacando sistemáticamente la cordura del joven. Y si bien es marca de la casa en Agentes de S.H.I.E.L.D. eso de torturar con un sadismo inigualable a sus protagonistas, al enfrentarles a sus demonios o al causarles la peor de las desgracias3, en el caso del genio escocés su calvario peculiar se adscribe en exclusiva a su equilibrio psíquico. Y es lógico que sea así, porque su portentosa mente es el origen de su «súper poder» —en una formación de héroes donde apenas unos pocos contarán realmente con dones sobrehumanos― pero, también, de su infortunio vital, al ser la que le ganó desde niño el desprecio de un padre abusador y alcohólico, que confundía inteligencia e imaginación con blandura, o la que le impidió confesar sus sentimientos a Jemma.

No es casualidad que, ante el gran contraste que existe entre su carácter entusiasta y afable y su agudo y lógico cerebro, un Fitz sometido a hipoxia, a realidades virtuales o a viajes espaciotemporales, termine por quedar escindido en dos: tanto mentalmente, al crear un siniestro alter ego pergeñado en el Framework, el Doctor4 —quien lo facultará para anteponer los fines a los nada edificantes medios―, como físicamente, al morir como un héroe tras casarse con Jemma, para luego «regresar» en una línea temporal divergente en su biografía y en la de Enoch, aunque no en la del resto (sí, la mecánica temporal es difícil de explicar...).


Si Fitz está preocupado por algo, ya podemos ponernos todos a temblar.

Según lo dicho, la evolución psicológica de Fitz, marcada por los diversos sinsabores que abundan en las vivencias de todos los personajes del serial, está destinada a convertirle en la persona que siempre debió ser, de modo que, aunque nos pueda parecer una «pérdida de gracia» que al final diste de ser el inofensivo y simpático arquetipo de guy in the chair que constituía en tándem con Jemma —hasta el extremo de ser conocidos con el apellido compuesto Fitz-Simmons―, en puridad Leo ha devenido realmente un adulto, al hacer las paces con su infeliz pasado, dejar atrás su ingenuidad, no depender del cariño ajeno para la propia autoestima y, en definitiva, asumir con lucidez ese lado de sí mismo que siempre obvió, por temor a parecerse a su odioso progenitor. No es casualidad que sea entonces, y solo entonces, cuando se ha conocido del todo a sí mismo y se ha perdonado, que por fin llegue la dicha en su relación con Jemma y sean padres.

De esta manera, la pieza más débil de equipo, ese adorable e ingenioso niño grande obsesionado con el pesto de alioli o los monos que despertaba el instinto protector de otros de sus compañeros, como Ward (bueno... aparentemente), Mack o Hunter, o cuya empatía le hacían el único apto para comprender la transformación de Daisy en una inhumana o para establecer vínculos afectivos con personajes tan turbios, peculiares o no humanos como Radcliffe, Aida o Enoch, deviene en el tramo final del espacio un hombre autosuficiente y seguro, capaz de desenvolverse con naturalidad entre alienígenas o de manejar en la sombra los hilos de todos para lograr salvar el continuo espaciotemporal. Curtido dramáticamente a base de palo tras palo, la única constante positiva en su vida, de donde obtendrá su energía y valor, y también lo que le permitirá no sumirse en la locura, será su historia de amor con Simmons; y ello pese a estar tan marcada por la fatalidad que no es extraño que en un momento determinado afirme, desesperado, que «por todo lo que no para de sucedernos, se diría que el universo no quiere que estemos juntos»; aunque el anhelado happy end termine llegando.

Finalmente, los «Fitz-Simmons» alcanzan esa felicidad que tan esquiva les era.

Según lo expuesto, gran parte del encanto que desprende el personaje que nos ocupa radica en su combinación de inteligencia excepcional, entusiasmo friki y profunda vulnerabilidad física y emocional, oculta esta tras su humor e ingenio; en definitiva, un perfil cercano a buena parte del público potencial de este tipo de producciones, razón por la cual enseguida sabe ganarse nuestras simpatías y nuestra preocupación, al verle irremisiblemente condenado, sensible y candoroso como es, al sufrimiento. De ahí que, cuando por fin sea capaz de valerse por sí mismo en la cruel realidad que perfila la existencia de Hydra, la Colmena, inhumanos desquiciados, doppelgängers malvados, krees psicópatas, cronicones supremacistas y un largo etcétera, sintamos el mismo alivio, sí, pero también la misma melancolía y decepción, que Simmons, puesto que hubiéramos deseado mantener a Fitz incólume, aun a riesgo de que siguiera siendo diana de los abusones y de que no lograra, por tanto, ser tan buen agente, padre y esposo. Ello explica que, con el objetivo de que no sintamos que hemos «perdido» del todo a Leo, Deke recoja el testigo del petulante y gracioso geek que solía ser su abuelo.

«El Doctor», el oscuro doppelgänger de Fitz en el Framework.

En todo caso, es una pena que en la séptima temporada Iain De Caestecker tuviera otros compromisos y apenas aparezca en los 13 episodios que la integran, porque su ausencia pesa muchísimo. Y, encima, no redunda para nada en favor de una tongada de capítulos que, aunque cuenta con algunos grandes hallazgos ―por ejemplo, recuperar el personaje de Daniel Sousa de Agente Carter―, e incluso con un excelente episodio como «As I Have Always Been», cae empero en el error de optar más por el fan service que por contar algo nuevo e interesante, con lo que resulta la más floja de Agentes de S.H.I.E.L.D. junto con la primera, en otro paralelismo, a buen seguro que involuntario, con Buffy, cazavampiros. Justo es decir que, por lo que atañe a la conmovedora historia de Fitz-Simmons, aquí se nos da, ¡al fin!, un atisbo de su felicidad, lo que no subsana del todo el error cometido en «Inescapable», en la etapa anterior del show, donde los guionistas deciden otorgarle también un lado oscuro a Jemma para hacerla aún más compatible con su amado, lo que va en contra de la lógica de todo lo narrado5. Con todo, y salvo este pequeño tropiezo, la relación Fitz-Simmons es vital para definir a ambos personajes y se trata, además, de uno de los puntos fuertes de la serie.

Enoch y Fitz, una de las parejas de buddies más extrañas (y fascinantes) de la televisión.

Y no es para menos, teniendo en cuenta que, ya por lo que atañe a Leo, obtener el amor de su amada siendo un hombre digno de ello ―que no se deje engañar por cualquiera que le muestre afecto― es el leitmotiv de su existencia. En este sentido, siempre he creído que, dado el origen británico de la pareja, a Leo se le atribuyen muchas de las tribulaciones de los caballeros andantes cuando tratan de obtener el favor de su dama, entre ellas la de tener que enfrentarse a «monstruos», verla en algún momento en brazos de otro, ser tentado por una mujer malvada y mancillada para apartarlo de su auténtico amor o caer en una locura transitoria que le llevará a ir en contra del código de la caballería. Así que, bajo ese aspecto de genio despistado que nunca ha roto un plato y ese conservador look de yerno ideal, con sus cárdigan, sus corbatas y sus camisas, tenemos en el fondo a un héroe de estirpe clásica, en cuyo pecho late un corazón lleno de valentía y pasión, por tanto pronto a irrumpir en actos desmedidos de signo positivo o negativo; aunque su natural inclinación altruista, su sentido de la ética y sus sentimientos hacia Jemma decantarán la balanza, a la postre, hacia el lado correcto.


1Jed y Maurissa son, de hecho, los dos grandes responsables del espacio, no solo como guionistas de algunos de sus episodios, sino, básicamente, como showrunners.
2Bien es verdad que Agentes de S.H.I.E.L.D. carece de las ambiciones temáticas de Buffy, cazavampiros, pero muy pocas obras del terreno del entretenimiento se atreven a tocar grandes asuntos, so pena de ser incomprendidas por un público de perfil adolescente (con independencia de su edad), como bien prueban el desafecto o la indiferencia de propuestas más adultas como Eternals.
3Pienso, de un lado, en May, Coulson o Mack, obligados a revivir las experiencias más traumáticas de su vida (acontecidas antes del punto de arranque de la serie) o, del otro, en lo de amputarle los brazos a Elena.
4Siempre pensé que había algo de homenaje aquí a Doctor Who, pues con ello se incide simultáneamente en su personalidad peculiar y «marciana» (friki), en su inteligencia superior y en su lado oscuro (oscurísimo), sin que olvidemos lo generoso y altruista que en el fondo es... exactamente como el héroe de Gallifrey.
5Solo sé justificar este notable error por un feminismo de pan y melón. Jemma ya era compleja tal y como estaba en ese momento, convertida en una agente eficaz en todos los ámbitos, también en el de campo, con lo que hace gala de una dureza y una sagacidad de las que carecía al principio de su etapa en S.H.I.E.L.D. Que decida seguir al lado de Fitz, a pesar de conocer su tendencia a la inestabilidad mental, no es síntoma de abnegación ni sumisión, sino de amor, resiliencia y fuerza. En cambio, que lo haga porque en el fondo está tan chiflada como él, aparte de ir en menoscabo de su afecto mutuo ―más basado, por tanto, en el egoísmo que en la generosidad―, solamente nos hace preguntaros cómo sería el padre de Deke, porque la madre, con ambos padres turulatos, debía de estar como una auténtica regadera.

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