El «chico malo» más adorable de la TV: Logan Echolls de Veronica Mars

Hay un gesto de Logan Echolls (Jason Dohring) que se repite a lo largo de todo el azaroso conjunto audiovisual de Veronica Mars (2004-2007/2014/2019), y que siempre me ha llamado la atención, puesto que se trata de un ademán muy característico y exclusivo de este personaje, que a priori no parece casar mucho con alguien como él y que, además, utiliza prácticamente solo con Veronica Mars (Kristen Bell). Y es que, cada vez que ambos están viviendo una situación muy intensa emocionalmente, sea esta propiciada por los altibajos de su historia de amor o por causas externas a la misma, Logan le da un beso en la frente a la protagonista. La arrebatada ternura y el instinto de protección que desprende este acto en apariencia nimio revelan, de una forma magníficamente sutil, que hay mucho más en él de lo que su porte altanero trasluce. Asimismo, ello lo coloca entre el escaso grupo de personas que cuidan y socorren a la protagonista, ya que la mayoría de quienes la conocen están convencidos/as a un nivel subconsciente de que ésta es tan fuerte e independiente que no necesita de su ayuda. Logan, en cambio, no se deja engañar, a buen seguro porque el haberla estado atormentando durante más de doce meses le ha dado pruebas sobradas de su secreta vulnerabilidad, e instintivamente siente la necesidad de ser su escudo, su «caballero andante». Un papel, dicho sea de paso, que en efecto ejerce en más de una ocasión, siendo especialmente trascendentes las que acontecen en los episodios 1x18, 2x22 o 3x09. Por ello, aunque en algunos momentos de la trama se le otorgue a Logan un poder de seducción tan fascinante como peligroso, básicamente por lo inestable de su comportamiento, nunca me ha parecido que esa oscuridad con la que el propio Keith Mars (Enrico Colantoni) asocia al novio intermitente de su hija implique que tenga un carácter intrínsecamente depravado o que no sea el hombre adecuado para Veronica1.

Logan Echolls (Jason Dohring): capullo psicótico, bala perdida, corazón de oro.

En esta línea, la evolución de Logan con el paso del tiempo me parece muy lógica y del todo acorde con la psicología trazada para él a partir de la primera temporada; porque, si bien no podemos evitar acordarnos de su presentación como el energúmeno empeñado en martirizar a Veronica durante el penúltimo año del instituto, lo cierto es que no tardaremos en advertir que Logan no siempre fue así. Merced a una serie de flashbacks que se centran en la época en la que la chica formaba parte del círculo íntimo del menor de los Echolls, sabremos que este era un chaval entusiasta y simpático, y que estaba profundamente enamorado de Lilly Kane (Amanda Seyfried). Desde luego, ya entonces el humor negro y el descaro eran una piedra angular de su persona, pues se protegía con ellos de su nefasto ambiente familiar, marcado por los abusos físicos y psíquicos de su megalomaníaco progenitor, Aaron Echolls (Harry Hamlin), la inhibición y depresión de su madre, Lynn Echolls (Lisa Rinna), el patetismo exhibicionista de su hermanastra, Trina Echolls (Alyson Hannigan), y la continua exposición mediática y pública de su intimidad, en tanto retoño de dos superestrellas de Hollywood. Por lo demás, no mostraba el más mínimo interés en molestar a nadie, como queda claro en el episodio 1x06, cuando acude a la mente de Veronica el momento en el que Duncan Kane (Teddy Dunn) impidió que Dick Casablancas (Ryan Hansen) intimidara a otro alumno para que se fuera de su mesa durante un almuerzo. Y aunque sin duda el centro de ese recuerdo, y quien sale muy positivamente reforzado de él, es el hermano de Lilly, Logan no solo no se alía con Dick, sino que su expresión de incomodidad y censura por el gratuito hostigamiento al que su amigo ha intentado someter a un pobre desconocido es evidente.

El instituto de la clasista ciudad Neptune (California).

Poco después, con todo, será Logan quien no solo aplauda este tipo de actitudes, sino quien las inicie, estimule o lidere. En el ínterin han sucedido dos cosas: el brutal asesinato de su novia y su sentimiento de traición ante la conducta de Veronica, quien no solo no cree al autor confeso del crimen de Lilly, de modo que reabre una y otra vez la herida sangrante de Logan, sino que apoya la teoría de Keith, señalando en dirección del devastado padre de la fallecida, íntimo de la familia Echolls. Ante ello, es hasta comprensible que la frustración y la rabia acumuladas en el pecho del joven durante años y años de humillaciones y brutalidad, y que se aderezan con un sentimiento de culpa por no haber estado con Lilly el día en que murió, exploten descontroladamente y se canalicen en actos vengativos, insensatos o coléricos, en los que, con frecuencia, quien acaba siendo el máximo perjudicado por ellos es el propio Logan. Pienso, por ejemplo, en ese mismo capítulo 1x06, donde lo veremos oscilar entre dos impulsos de signo antitético: el de complacer a su padre y el de desquitarse de él, lo que tendrá un dañino efecto para su integridad física. En realidad, por culpa de esta educación disfuncional, el muchacho, incapaz de gestionar correctamente los variados y lacerantes mazazos que va recibiendo, y desesperado por llamar la atención como sea ante la endémica falta de cariño y apoyo que padece, busca el enfrentamiento con las figuras de autoridad, normalmente empleando una socarrona insolencia, mientras que se ensaña sobre aquellos individuos a los que considera partícipes de todo cuanto le desagrada de su vida, con Veronica a la cabeza. Y es que su encono para con ella es extremadamente personal, responde a considerarla autora de una supuesta ofensa; una impresión magnificada por el entorno elitista de Neptune en el que vive Logan y por su propio dolor. De ahí que, una vez este vaya superando algunos de sus traumas y empiece en verdad a madurar en buena medida gracias a ir perdiendo la obscena fortuna de su familia, que siempre dio pábulo a su insensatez—, no se transforma en absoluto en otra persona, sino que vuelve a ser quien esencialmente siempre fue, con lo que mantiene su ácido donaire, su apasionamiento y su generosidad, solo que habiendo aprendido a controlar sus impulsos inmediatos. Gracias a ello, logra ir soslayando su inimitable tendencia para actuar de la peor forma posible —con agresividad, inconsciencia, arrogancia, crueldad, doblez o violencia—, a menudo llevado, irónicamente, por los mejores motivos imaginables.

El humor y la causticidad son las herramientas que emplea Logan para protegerse del dolor, como queda patente en «Lord of the Bling».

En consecuencia, no sorprenderá a nadie que Logan no tardara en convertirse, no solo en uno de los personajes más queridos de Veronica Mars, sino en el mejor de los novios que tuvo la heroína de este espacio. Y por «mejor» no entiendo el más «cómodo» o «perfecto» —para comodidad ya tenemos a ‘Piz’ (Christopher Lowell) y para perfección, a Leo D’Amato (Max Greenfield)2—, sino el único que da una réplica igualitaria a la complejidad de la protagonista, gracias a ser él mismo un personaje muy sofisticado desde el punto de vista psicológico. Por supuesto, ello se debe a que Rob Thomas, creador y showrunner de la propuesta, en connivencia con el resto de guionistas, decidieron dedicar gran parte del metraje a indagar en las luces y las sombras de este atormentado vástago de las clases privilegiadas, lo que dio cabida a más matices en la configuración de su personalidad y circunstancias, convirtiéndole con diferencia en el personaje más redondo junto a Veronica, algo que resulta doblemente chocante si tenemos en cuenta que deuteragonistas muchísimo más positivos que él, y sobre el papel de mayor relieve por su proximidad con la figura que encabeza todo el tinglado, como Keith, Duncan, Wallace Fennel (Percy Daggs III) o ‘Mac’ (Tina Majorino), apenas cuentan con trama propia o bien son muy secundarias en comparación con la importancia que posee todo cuanto le sucede a Logan3.

Tres grandes amigos: Veronica Mars (Kristen Bell), Wallace Fennel (Percy Daggs III) y Cindy 'Mac' Mackenzie (Tina Majorino).

A decir verdad, fue precisamente gracias a esta imposible mixtura entre el whodunit a lo Agatha Christie —por lo sostenido de las incógnitas de misterio y lo ad hoc de las resoluciones—, el cinismo y pesimismo del cine noir —con voz en over de la protagonista incluida— y los dramas juveniles en los que los amoríos son el eje de la acción— cómo este espacio catódico logró su encanto y carácter propios. Obviamente, Veronica Mars no partía de cero en esta aventura, al ser la heredera espiritual de Buffy, cazavampiros (1997-2003); y si se me dice que el componente fantástico de este clásico de la ficción televisiva no tiene nada que ver con un programa basado en la crítica social, las cuitas sentimentales de los protagonistas y la resolución de delitos, contestaré que el realismo en Veronica Mars también brilla por su ausencia. ¿O acaso dejaría un buen padre como Keith que su hija menor de edad se metiera en semejantes saraos sin ponerle las peras al cuarto? ¿No es como mínimo chocante que en una población del tamaño de Neptune el 99% de las injusticias y desgracias que acaecen acaben en el umbral de los Mars? ¿En serio una chica de 16 años podría exponer a mentes maestras del crimen o pararles los pies a grupos gansteriles sin ni siquiera romperse una uña? Si el superpoder de Buffy es eliminar a los monstruos, el de Veronica es el de apresar a los culpables4. Sobre decir que la figura de Nancy Drew, otra detective adolescente que cuenta con una potente presencia paterna y una escasa materna, es el otro gran referente de Veronica Mars5; pero la condición de outsider de Veronica dista mucho de la posición acomodada y del respeto colectivo de los que goza esa heroína literaria y la aproxima al peso de la marginación y el componente fatídico que rodean a Buffy. Y eso sin ahondar en el hecho de que ambas han sido abandonadas por una de sus figuras paternas; de que ambas viven en poblaciones inventadas de California con campus universitario; de que ambas suelen preferir a los «chicos buenos» pero acaban en brazos de los «malos»; de que ambas se rodean de un grupo de compinches que las ayudan en sus respectivos cometidos sin vacilar; de que ambas son la diana de la enemistad de los poderes fácticos de su comunidad; de que ambas emplean el humor como coraza, etc., etc.

Nuestra intrépida heroína con su «arma» preferida: la cámara de fotos con teleobjetivo.

De todos modos, al tener que bifurcarse Veronica Mars entre los asuntos criminales y los problemas emocionales de los personajes, fue habitual la superficialidad y el escaso brío en la resolución de unos y otros, lo que propició que, excepto en sus mejores episodios, en cuanto al elemento de thriller, se diera preeminencia a los grandes enigmas que ejercen de leitmotiv de las tongadas de capítulos frente a los delitos semanales a resolver, mientras que, por lo que atañe al componente dramático, se centraran sobre todo en el que se había ido perfilando de un modo más gradual y orgánico, con una cadencia casi cotidiana, es decir, en el romance de Veronica y Logan, incluyendo sus respectivas vidas en paralelo. Hasta tal punto adquirió relevancia esta trama que se convirtió de facto en el motivo medular de la serie, arropado por el potente fresco de la ficticia población costera de Neptune: un microuniverso tan frívolo y glamuroso como sórdido y clasista, emblema de todos los males que en nuestro sistema globalizado y salvajemente capitalista aquejan a la humanidad. No es aventurado afirmar, por ende, que si bien el show perdió enteros al pecar de algunos de los típicos defectos de las producciones de Hollywood (léase malos malosos como Aaron Echolls, twists imposibles como el de Troy, tramas inverosímiles como la de hacer que el anárquico Van Lowe se presente a sheriff, etc.), sin embargo tuvo el extraordinario acierto de levantar, mediante la creación de una imaginería excelentemente trabada narrativa y visualmente hablando, toda una realidad de la nada. De esta manera, el corpus referencial asociado a la mitología grecorromana, la dualidad metafórica entre lo paradisíaco y común (las playas infinitas) y lo infernal y privado (los opresivos espacios interiores), el simbolismo del agua en tanto fuerza de cambio que propicia muerte/vida y castigo/redención, el onirismo de las analepsis para redundar en la falibilidad de la memoria, el valor metafórico de la intensa paleta cromática de la fotografía (los colores cálidos vinculados a la acción, y por ello, al despacho de Keith y al propio Logan; o los azules y verdes, al secreto, y por tanto a todo lo asociado con los cuatro Kane, etc.) o conceptos como «piratas», «09ers», «tritones», «PCHs»... devienen todos ellos referentes de una sociedad estratificada, tan verticalmente construida como la relación entre los dioses y los mortales, donde la clase media apenas existe, donde los pobres son condenados a la miseria, la prisión o la insalubridad, y donde los ricos explotan al resto con impunidad y total falta de empatía, transmitiendo este tipo de valores a sus vástagos, por lo que, en general, los adolescentes de clase alta resultan terriblemente prepotentes, egoístas y odiosos. Y Logan parece el fruto perfecto de estos condicionantes… aunque no tarde el espacio en mostrarnos cuán equivocados estábamos respecto a él.

Logan y Eli 'Weevil' Navarro (Francis Capra) encarnan los dos espectros sociales de Neptune.

Es sintomático que, cuando la propuesta saltase a la gran pantalla en 2014, gracias a la financiación por crowdfunding de los fans, los responsables del show se limitaran a llevar a cabo una pieza de celuloide imbuida del espíritu original del relato y que, por tanto, ofrecía más de lo mismo, léase, de un lado, la exhibición del ambiente corrupto e injusto de Neptune —cual una suerte Gotham soleado—, así como el paradójico poder de seducción que éste ejerce sobre la rebeldía y el quijotismo de Veronica; y del otro lado, por supuesto, la recuperación del lazo romántico entre Logan y Veronica. De ahí que el meollo de la película no resida en el esclarecimiento del asesinato de Bonnie DeVille (Andrea Estella), sino en el reencuentro de la protagonista con amigos y enemigos y en la exploración de su estado psicológico en ese momento de su vida, a punto de cumplir los treinta, con una relación de pareja estable y recién conseguido su trabajo soñado de abogada. A la postre, no le quedará otra que ser fiel a sí misma y admitirse su secreta ansia —o, en sus propias palabras, «su adicción»— de volver «al ring», a donde «en verdad» pertenece, esto es, a su labor como detective, a Neptune… y a los brazos de Logan. En este sentido, resulta brillante el recurso visual que emplea Thomas en la cinta cuando, al hacer hincapié en el morboso afán que siente Veronica por indagar en el elemento criminal de su ciudad natal —y que, como hemos dicho, ella misma equipara con una drogodependencia—, lo concrete siempre cuando se encuentre a solas con Logan, mediante planos que sobre todo realzan el atractivo del actor, otorgándole así la misma capacidad irresistible que tiene la investigación privada para tentarla y para ofrecerle un subidón de adrenalina.

Lynn Echolls (Lisa Rinna) consuela a su hijo Logan en «The Return of the Kane», tras haber sido golpeado y aterrorizado por su padre.

Sea como fuere, hay que admitir que, durante el episodio piloto de Veronica Mars, si enseguida nos cautiva el ánimo indómito y pizpireta de la protagonista, nadie daría un duro por el personaje de Logan, más allá de encarnar a la principal némesis de la primera. Descrito lapidariamente por Veronica en una sola frase «cada instituto tiene su obligatorio capullo psicótico: él es el nuestro»—, se agradece que, pese a ese papel original de «malo» de la peripecia, los guionistas no cayeran en la tentación de convertirlo en un villano de opereta, de modo que, no solo nos lo presentan al borde del llanto ante la actitud de nuestra heroína en un flashback, sino que incluso cuando ‘Weevil’ (Francis Capra) lo humille delante de sus secuaces y de Veronica, Logan no dé su brazo a torcer en lo de pedirle disculpas a la muchacha, dispuesto a recibir una paliza de tomo y lomo si hace falta. De esta forma, al menos vemos que no solo es un tipo muy insoportable, sino que no se arredra ante nada ni ante nadie, con una perturbadora temeridad que en ese momento atribuimos a la testarudez, en vez de al verdadero motivo, mucho más luctuoso (y que tiene que ver con el escaso aprecio que siente Logan por la vida); un rasgo, el de la pulsión suicida, que pronto quedará integrado en su personalidad, como sus comentarios sardónicos, su propensión a las erupciones emocionales imprevisibles y abruptas y un ingenio fuera de lo común. De hecho, de forma temprana en la serie, Logan es el único que no solo es capaz de mantenerle el nivel de ironía a Veronica —que la utiliza para esconder cuánto le duele ser una paria tras haberse codeado con las élites de Neptune—, sino que incluso llega a vencerla dialécticamente en más de una ocasión: un hito del que ni siquiera Keith puede alardear. Tal vez por ello, y cuando Duncan todavía ejercía claramente el papel del interés romántico de la protagonista, los guionistas detectaron una inesperada química entre Bell y Dohring —que habían estado intercambiándose jugosas pullas con gracia y desparpajo—, y decidieron explorarla, con tremenda fortuna. Por esta razón, a partir del episodio cuatro tenemos un nuevo atisbo de la faceta humana de este chico iracundo e indisciplinado, y lo que es mucho más significativo: a partir del sexto se ahonda en su malsana vida familiar, al fin y al cabo la raíz ulterior de su nada edificante comportamiento, ya que, no en balde al igual que Veronica, gran parte de sus energías las destina a ocultar su desesperanza, su miedo y su sufrimiento, en su caso ahogándolos bajo capas y capas de displicencia, soberbia, revanchismo y mordacidad.

La nefasta figura paterna de Logan, el violento y egomaníaco Aaron Echolls (Harry Hamlin), marca trágicamente al joven.

No hay que olvidar que el elemento sobre el cual se define la torturada psique de Logan, y que explica esa vena masoquista que le lleva a soportar lo insoportable y a forzar situaciones donde se pone estúpidamente en peligro6, son los ambivalentes sentimientos que le genera Aaron, dado que el patriarca de los Echolls es tan psicótico y amoral como tremendamente carismático. Y su hijo no puede evitar dejarse seducir por él y buscar su aprobación, incluso a pesar del rencor y el miedo —baste con ver cómo se paraliza, literalmente, cada vez que su padre lo amenaza— que concita en su ánimo. La conversación que ambos mantienen en la prisión del condado en el episodio 2x06 deja claro lo fácil que le resulta a Aaron manipular a su vástago, quien, aun a sabiendas de que su padre asesinó a Lilly y de que trató de hacer lo mismo con Veronica para silenciarla, no puede evitar que se le cambie la cara cuando su interlocutor le recuerda que, probablemente, acabará sus días siendo ejecutado. Revelador asimismo resulta el hecho de que, siempre que Logan se ve desbordado por el encanto de su padre, que tiene mucho de natural pero también de premeditada actuación de gran actor de cine, el muchacho se refugia en la risa compulsiva, casi histérica; y es que, como hemos dicho, el lóbrego humorismo del que suele hacer gala es su último recurso para protegerse cuando todo lo demás le falla. A este respecto, hay en el capítulo 2x03 un momento en apariencia anecdótico y que, sin embargo, sintetiza espléndidamente los enrevesados claroscuros de la mente de Logan. Así, después de haber provocado a Duncan sin motivo alguno mediante comentarios procaces sobre su relación con Veronica, los dos jóvenes tienen una pelea a puñetazos, que luego se convierte en una tensa discusión en la enfermería, durante la cual Logan pasará de hacer otra nueva observación cómicamente desafortunada sobre la novia de su amigo a ser el único de los dos chavales que luchará en vano para contener el llanto. De este modo se evidencia nuevamente que sus bravatas no son más que gritos de auxilio: enfurecer a Duncan es su retorcida manera de expresarle que lo echa de menos.

La sólida amistad de Logan y Duncan Kane (Teddy Dunn) será puesta a prueba por los sentimientos de ambos hacia Veronica.

Cuanto más abrumado se siente Logan bajo el peso de la soledad, la traición o el abandono, más presto se halla a la acrimonia vitriólica y a los excesos de todo tipo, con lo que cosecha la repulsa, la desconfianza y la antipatía ajenas, y por tanto agrava involuntariamente su problema de fondo. Instaurado en un círculo vicioso en el que encuentra justamente lo contrario de lo que necesitaría, verbigracia aceptación, apoyo y comprensión, cuando de repente reciba la ayuda desinteresada de la última persona que debería brindársela (Veronica), paulatinamente ese anhelo de amor, esa escondida fragilidad emocional, esa apasionada ternura y ese inquebrantable sentido de la lealtad que también anidan en el pecho de Logan irán emergiendo y convivirán con sus arrebatos de furia y su proclividad a lidiar con sus problemas mediante el sexo huero, la violencia, los comentarios hirientes y las drogas duras y blandas, dibujando a la sazón un perfil autodestructivo que lo convierte en su peor enemigo. Los ejemplos de cómo su ausencia de autocontrol lo boicotea en momentos clave son innumerables a lo largo de la serie, pero especialmente ilustrador de ello resulta el episodio 2x20, donde, tras hacerle una exaltada y bellísima confesión de sus sentimientos a Veronica —tratándose por eso de uno de los discursos más queridos por los fans—, al día siguiente, cuando ella ya ha superado el impacto de sus palabras y se persona en su casa para decirle lo abrumada y emocionada que está, descubre con horror que Logan se emborrachó tanto cuando ella salió huyendo que, no solo no se acuerda de nada de lo que le dijo, sino que ha vuelto a acostarse con Kendall Casablancas (Charisma Carpenter). La caída del joven, al haberse elevado tanto en la secuencia anterior, resulta absolutamente estrepitosa (y muy dolorosa de presenciar).

Logan junto a Dick Casablancas (Ryan Hansen), su mejor amigo y su contrapunto ideal, al esforzarse por ser, en sus propias palabras, «lo menos complicado posible».

Por todo ello, si bien los escritores del libreto no siempre supieron estar a la altura del vigoroso universo que habían levantado, sin duda su forma de aproximar a Veronica y Logan fue impecable. De hecho, en el proceso de recuperación de una relativa cordialidad entre el «rebelde» del Instituto Neptune y la protagonista, tras haber ido a por ella con crueldad durante más de un año, hay tres instantes clave: la breve conexión que comparten en la elaboración de la cinta memorial de Lilly, donde claramente reviven esa época arcádica en la que eran amigos íntimos; el descubrimiento por parte de Veronica de dónde procede todo el rencor que Logan acumula hacia ella, merced a haber puesto un micrófono en la consulta de la psicoterapeuta del centro de secundaria; y, por supuesto, el más decisivo e intenso de todos ellos, el derrumbe emocional de un Logan vencido por la pena entre los brazos de Veronica, cuando ambos descubren que, en efecto, su madre se suicidó, lo que no solo le gana el perdón de la protagonista, sino el de los televidentes, que ya sabíamos, ante la siniestra atmósfera del hogar de los Echolls, que la bravuconería del hijo menor no era más que una fachada. Acontecido esto, no es que los jóvenes recuperen su lazo de amistad previo, pero sí que Logan ceja de acosarla y hasta se permite tratarla con simpatía. Lo que no obstante les tomará por sorpresa a ambos —y a los espectadores— es la chispa romántica que prende Veronica cuando, en señal de agradecimiento por haber acudido espontáneamente el chaval a su rescate en el episodio 1x18, le dé un casto beso en la comisura del labio. La expresión de Logan, digna de alguien que acaba de sufrir una absoluta epifanía, lo dice todo; por lo que su respuesta a ese gesto será tomarla por la cintura y besarla apasionadamente. Desde luego, entre los fans de Veronica Mars es casi un tópico insistir en lo bien llevado que está este giro, dado que es muy inesperado —al principio del capítulo, Veronica no solo está saliendo con Leo, sino que sigue suspirando por Duncan— y a la vez totalmente natural y lógico. Y es que, de pronto, advertimos cuántas cosas tienen en común dos personas marcadas por haber perdido, tanto a Lilly como a sus respectivas (y alcoholizadas) madres; por ser víctimas de vejaciones casi diarias, y por no parar de hacer observaciones burlonas y jocosas, exhibiendo despreocupación y fortaleza, cuando en la intimidad vemos lo solos, lo vulnerables y lo heridos que se sienten. Si a ello le sumamos las interpretaciones de Bell y Dohring, que no intercambian una sola palabra y por tanto expresan el deseo y el desconcierto que les asaltan con sus cuerpos y sus rostros, no es de extrañar que se trate de una de las mejores escenas de Veronica Mars, y posiblemente uno de los mejores primeros besos de la TV.

Un par que no anda precisamente escaso de ingenio, audacia... y pasión.

Instaurando las típicas dinámicas del shippeo catódico desde este episodio, esto es, de una atracción tan profunda como continuamente trabada por sus propios caracteres, la relación entre Veronica y Logan se convierte, de aquí a la eternidad, en una de las grandes bazas de la serie, puesto que goza de intrincación y verismo a partes iguales, además de tratarse de un recordatorio más que pertinente para un producto como este, dirigido a audiencias juveniles, de que la química y la sintonía no bastan para establecer un lazo de pareja duradero si no estamos dispuestos a renunciar a algo de nuestra libertad y a cambiar nuestras inercias para abrirnos sin miedos ni suspicacias al otro. En ese autorreconocimiento de dos seres humanos de personalidades, espíritus y circunstancias muy similares, Thomas, Ruggiero, Klemmer, Enbom y los restantes factótums de esta producción supieron hacer que, a pesar de la montaña rusa emocional que definió sus momentos en común, el resto de las numerosas parejas que ambos tuvieron palidecieran en comparación, por dar lugar a vínculos más desiguales, insinceros, convencionales, superficiales, carentes de comunicación o pasión... o directamente tóxicos. Tengamos en cuenta que el hecho de que su relación, parafraseando al propio Logan, nunca haya sido sencilla, no significa que sea negativa. Porque, de alguna manera, ni siquiera cuando lo intentan, pueden engañarse el uno al otro: son demasiado parecidos, han conectado demasiado profundamente, se conocen demasiado bien. Sobre el particular, y pese a que Logan es a menudo el «desastre oficial» del programa, se agradece que no siempre la culpa de que su amor con Veronica no prospere recaiga sobre él (es muy inteligente, a tal efecto, que cuanto más evoluciona Logan hacia una conducta libre de los automatismos perniciosos adquiridos en su pasado, más estancada se queda Veronica, que no sabe salir de ellos, quizás porque ha contado invariablemente con el apoyo incondicional de Keith, quien pocas veces cuestiona sus actos, ni siquiera en esas ocasiones en que lo prudente hubiera sido hacerlo).

Un preocupado Logan en el interior de su Nissan X-Terra amarillo.

En verdad, la conducta del muchacho en el verano que sigue al arresto de su padre justifica de sobra que Veronica decida acabar con su relación, así como que se mantengan separados a lo largo de toda la segunda temporada, a pesar de que sus mutuos sentimientos, con sendas parejas o sin ellas, se hallen siempre prontos a resurgir (como demuestran los soterrados celos de Veronica en los capítulos 2x02 o 2x03, o la proximidad que comparten en el 2x17, en ese memorable baile al ritmo de «Sway» de The Perishers). Sin embargo, en la temporada 3 se constata sin lugar a dudas que Veronica no es realmente capaz de confiar en él, y no solo por ser Logan quien es, sino porque, como ella misma admite en el episodio 3x03, tras todo lo vivido, es desconfiada por naturaleza. Ciertamente se diría que, durante el primer año de universidad, una parte de Veronica parece empeñada en obstaculizar su idilio con Logan, es posible que sea, tanto por lo que pueda hacer éste en cualquier momento —nunca hay que subestimar el poder del joven Echolls de actuar erróneamente—, como por el temor de ser incapaz de dominar sus propios sentimientos, ya que es con él, y solo con él, con quien Veronica da rienda suelta a su lado más visceral. ¿Por qué, si no, trata de reírse de sí misma por seguir con su novio en «Welcome Wagon», cuando es obvio que, quitadas las respectivas máscaras de desapego y autosuficiencia, son tal para cual y su unión es más fuerte que nunca? No deja de ser significativo que, pese a haber roto Logan con ella en el episodio 3x09, Veronica, la orgullosa e implacable Veronica, se persone en el 3x10 en su casa, dispuesta a suplicarle, si hace falta, que le deje volver con él (lo que, por supuesto, no es menester, pues Logan lo está pasando peor que ella). También en el capítulo 3x09 asistimos a algo inédito en todo Veronica Mars: y es ver a la protagonista llorando en la ducha a lágrima viva por haber sido dejada por su pareja. Aunque sabemos que el fin de su primer noviazgo con Duncan fue muy duro, es algo que se nos narra en off, mientras que el resto de sus rupturas emocionales las afronta con una entereza que prueba, a fin de cuentas, lo poco significantes que fueron para ella tales affaires7.

Keith Mars (Enrico Colantoni) junto a Logan, cuidando de una agredida Veronica, en plano subjetivo.

Según lo expuesto, hubiera sido bastante absurdo que en el filme inspirado en la serie, una Veronica más madura, y que ya se conoce plenamente a sí misma, no terminara por escoger a Logan por encima de ‘Piz’; un ‘Piz’, además, que en apariencia no ha cambiado nada desde su época universitaria y se comporta con ella exactamente igual que cuando salieron en el pasado (esto es, como un «pagafantas»), frente a un Logan que sí ha evolucionado notablemente, dado que, con la voluntad de poner orden en su vida, que empezaba a bordear seriamente con la de un toxicómano —con un episodio de sobredosis incluido8—, ha acudido a la única institución (las Fuerzas Armadas) donde le han dotado de la disciplina que él era incapaz de proporcionarse a sí mismo, además de tratarse de un ámbito en el que su inclinación hacia las actividades de riesgo —esa adicción a la adrenalina que le hace, entre otras cosas, un apasionado del surf, y que igualmente comparte con Veronica, no lo olvidemos— puede ser canalizada de modo provechoso. Lo que no quiere decir que en su vida de civil a Logan no se le sigan escapando algunos «comportamientos de Logan»; pero, al menos, su existencia ya ha dejado de resumirse en una interminable sucesión de holgazanería, arranques de ira y experiencias vacuas o dañinas, y es realmente independiente, al responsabilizarse por fin de sus gastos e ingresos sin el sostén de la casi extinta riqueza que heredó de sus difuntos padres.

Parker Lee (Julie Gonzalo) y Logan viven un breve flechazo.

En cualquier caso, y pese a que en el largometraje ya se dio el cierre que pedían los fans ante el final abierto propiciado por la cancelación del show, Thomas escribió dos novelas situadas inmediatamente después, mientras que, junto a sus colaboradores de siempre, se aventuró en las procelosas aguas del reboot en 2019, con una temporada 4 que atesora muchísimas virtudes, pero que lamentablemente quedan deslucidas por unos defectos que, sin llegar a los extremos de la endeble tercera entrega del serial9, desbaratan con decidida torpeza buena parte de los pilares sobre los cuales se construía la realidad de Veronica Mars. En la estela de Arthur Conan Doyle, está claro que a los responsables del proyecto sus criaturas les sobrepasaron y no supieron cómo redirigirlas a tiempo, de manera que quisieron hacer borrón y cuenta nueva de la forma más desatinada que concebir cupiera: eliminando a Logan de un plumazo. Que se le dé un final trágico a la relación de Veronica con el amor de su vida, es innegable que va muy acorde con la misantropía cada vez más acentuada de la protagonista y la conversión progresiva de Neptune en una suerte de síntesis de la putridez de nuestro mundo, además de redundar en la mala estrella que siempre ha perseguido al «pobre niño rico» de Logan10. Y aunque muy dolorosa, sin duda resulta una despedida elegíaca y melancólica de una heroína a la que hemos visto crecer y cambiar con el tiempo, soportando sin claudicar los peores golpes, según afirman con toda la razón las admirativas, conmovedoras y últimas palabras de su amado, quien además es paradigma de exactamente lo mismo. Aun así, ello no significa que matar tan burdamente a uno de los tres coprotagonistas no deje de parecerme lo que es: una salida de tono, y encima de lo más innecesaria, ya que Veronica Mars, incluso con sus notas nihilistas y sus apuntes de crítica social, nunca fue otra cosa que un entretenimiento de calidad, tan sólido e inteligente como en verdad poco ambicioso temáticamente hablando. En comparación, pues, con clásicos de la literatura o del cine negros, dejar impunes o triunfantes a los malvados, pongamos por caso, nunca fue una posibilidad dentro de las pautas establecidas desde el mismo piloto de la serie, como tampoco lo fue «castigar» a Veronica por hacer lo correcto —por mucho que ese fuera el punto de partida de su odisea— ni desatender a las víctimas. ¿Os imagináis a nuestra detective teenager haciendo que incriminen a un inocente, cometiendo un delito de sangre para «impartir justicia», recurriendo a la tortura para obtener información, jugando sentimentalmente con otras personas en busca de un beneficio crematístico o defendiendo a un culpable a pesar de tener pruebas evidentes de su crimen? Pues matar a Logan es un poco eso.

El teniente de aviación Logan Echolls.

Por otro lado, conviene recordar que éste siempre se trató de un programa orientado eminentemente a un público young adult, por lo que la crueldad existencialista de la que se encuentra trufada la temporada final, cual un Breaking Bad (2008-2013) de tres al cuarto, siempre había brillado por su ausencia; un nuevo ingrediente que se le añade bajo la coartada de un tono más maduro, acorde con la edad de la protagonista y de los propios marshmallows, pero que, por desgracia, no solo tiene mucho de impostado «apuntarse al carro» de las tendencias audiovisuales en vigor, basadas en acumular cansinamente, añado momentos epatantes, sino que, al ser tan ajeno a los parámetros del serial, causa una extraña disonancia, como cuando vemos una foto antigua de alguien muy cercano a nosotros antes de haberlo conocido: es esa persona y, al mismo tiempo, no lo es; es Veronica Mars y, al mismo tiempo, no lo es. Y eso es doblemente deplorable si tenemos en cuenta que, a pesar de que la incógnita motora de la temporada, relativa a las bombas que ponen en peligro la masiva festividad de Spring Break de la población, funciona muy pero que muy bien, el ingrediente personal de la trama, que sigue siendo aquí tan importante como siempre lo fue, cojea por diferentes motivos, el principal de los cuales es el esquemático boceto de la mayoría de los nuevos secundarios —con la salvedad de Nicole Malloy (Kirby Howell-Baptiste)—, mientras que los antiguos se hallan completamente desdibujados o ausentes. Estas imperfecciones comentadas, empero, son peccata minuta en comparación con lo peor de todo, que es el hecho de que los encargados del reboot no se plantearan el asesinato de Logan como un cierre definitivo de la serie —algo, como he señalado, que es tan fácil de discutir como de defender—, sino como el principio de una nueva, y estimulante, etapa de la misma. Como si el único personaje que, después de Keith y Veronica, ha intervenido casi non-stop en el conjunto de los 72 episodios, la película y las novelas, hubiera sido una rémora en lugar de uno de los tres puntales que no solo definió el estilo de Veronica Mars y la hizo destacar en medio de la ingente oferta de thrillers que puebla la parrilla televisiva de evasión, sino que asimismo ejerció de pieza clave y foco de interés de la trama. Logan no es, nunca lo ha sido, otro más de esos secundarios de presencia sostenida pero, en el fondo, de escasa importancia y pobre relieve psicológico, que entran y salen de la vida de la investigadora privada como artífices de situaciones puntuales o de cambios de largo recorrido que sostienen la acción y que sirven, finalmente, para darle un nuevo matiz a la configuración tanto de Veronica como de Neptune. Por eso, seguir sin Logan con una temporada 5 hubiera sido como adaptar Sherlock Holmes sin el doctor Watson recordemos que la negativa de Martin Freeman a retomar su papel provocó la cancelación de Sherlock (2010-2017): un completo despropósito. Y es hasta «enternecedor» comprobar que los autores se extrañasen de que, con semejante idea de bombero, ellos mismos imposibilitaran la siguiente entrega de un programa que, a estas alturas, sobrevivía, básicamente, gracias a sus fans.

Desde mediados de la primera temporada, una de las grandes bazas de la serie ha sido la relación entre Veronica y Logan.

En resumidas cuentas, incluso en los momentos en los que la escritura o la realización no fueron dignas del potente universo creado en el inolvidable episodio de arranque de Veronica Mars, siempre podremos disfrutar del entrañable vínculo paternofilial de Keith y su hija, cargado de tolerancia, mutua comprensión y complicidad; de la camaradería guasona entre Wallace, 'Mac' y la protagonista unos auténticos «tres mosqueteros» enfrentados, cada uno a su manera, al sistema—; de las intrigas políticas y económicas entre las élites de Neptune; de la lucha por la gracia de 'Weevil', y de la espléndida dinámica entre Logan y Veronica, que en sus mejores momentos logra el casi quimérico equilibrio entre verosimilitud costumbrista y pathos melodramático. En puridad, sobre la interacción de estos dos poliédricos personajes se sustenta el ritmo, la disposición temática y el tono de todo el conflicto argumental; y es que, no en vano, la icónica canción de The Dandy Warhols que actúa de sintonía resume, sin que por cierto esa fuera la intención original de los creadores, la historia de amor de Logan y Veronica, al hablar de una amistad rota y de una posible reconciliación, tal vez con un nuevo signo más estrecho. Si Lilly está muerta, Duncan es el exnovio de la heroína y Dick, ‘Beaver’(Kyle Gallner) y el resto nunca han sido realmente cercanos a ella, ¿quién es el único que sí lo fue, con quien puede recuperar esa condición truncada de amigos11 y con quien de hecho irá un paso más allá? Pues Logan, en efecto.

Veronica y Logan dándose el «sí, quiero».

Ese Logan que, como mínimo, nos arranca una sonrisa con su afilado ingenio —concretado la mayoría de las veces en sus comentarios desopilantes y cáusticos—, que nos indigna o inquieta con su temperamento volcánico y sus imprudencias, y que, contra todo pronóstico, sabe despertar nuestra simpatía y compasión al conocer su background familiar y al advertir que, como bien sintetiza Gia Goodman (Krysten Ritter) en el episodio 2x17, emplea la ira y el sarcasmo para alejar a los demás y evitar así que conozcan sus puntos débiles. Frente a todo lo que nos repele de él, desde su impertinente alardeo de riqueza y estatus hasta su encarnizada búsqueda de venganza, a veces obtenida mediante chivos expiatorios, existe también su faceta tierna y dulce, su exacerbada sensibilidad —es, con diferencia, el personaje masculino que más llora— y su intenso romanticismo, cualidades todas estas que van de la mano de una honestidad tan a menudo brutal como a prueba de bombas, hasta el punto de que jamás es indulgente consigo mismo y admite y se responsabiliza sistemáticamente de sus peores acciones, buscando en última instancia, con desesperación, una expiación por ellas, a fin de no odiarse más a sí mismo y poder ser, algún día, un hombre mejor para aquellos a quienes ama12. No es de extrañar, por consiguiente, que Logan, con su sonrisa pilla y sus expresivos ojos oscuros, se las apañe para ser extremadamente adorable por momentos, dado que hay en él un inopinado candor, fruto de la autenticidad y espontaneidad de todo cuanto siente y hace, así como de esa lucidez sobre sus propias carencias que le lleva a reírse de sí mismo y de todas sus desgracias —sobre todo de las más graves con absoluta naturalidad, cual si una parte de él asumiera la inevitabilidad de su infortunio, de nuevo adoptando el rol instintivo de un niño travieso que sabe que ha obrado mal y que merece cualquier castigo que se le imponga, no importa que de hecho ello sea una premisa falsa o injusta las más de las veces. Por ser simultáneamente frágil y aguerrido, encantador e irritante, afectuoso y brusco, tan rápido de mente y lengua como completamente inepto para manejar sus sentimientos, resulta difícil no tomarle cariño. O, como comentan Wallace y Veronica en el episodio 2x16, al expresar el primero que le gustaría saber cómo se lo hace Logan para caer siempre de pie, igual que un gato, a lo que la segunda responde: «Es curioso; yo sí sé cómo se lo hace... y ojalá no lo supiera…». Ay, cómo todas, Veronica, cómo todas…


1Se le ha llegado a tildar, incluso, de «la femme fatale de Veronica», lo que a todas luces es no saber en qué consiste este arquetipo del cine noir, porque, si bien es verdad que algunas de tales féminas —aunque no la mayoría— llegan a amar profundamente al antihéroe protagonista, siempre acaban por ser su perdición, es decir, que no le salvan la vida o la cordura, como hace en más de una ocasión Logan con la mujer a la que ama. Lo que sí es verdad es que acostumbra a meterla en buenos líos, pero, seamos serios: cuando nadie se los trae a su puerta, Veronica sale a buscarlos.
2Se suele hacer referencia a ‘Piz’ como el único novio realmente positivo que ha tenido nuestra heroína: no puedo estar más en desacuerdo. No voy a extenderme mucho en esta cuestión, porque daría para otra entrada; baste con decir que su actitud de idolatría hacia Veronica le lleva en numerosas ocasiones a no expresarle abiertamente sus sentimientos por temor a perderla. Con ello se evidencia que la supuesta «única relación sana» en la que ha estado implicada la protagonista se asienta sobre la insinceridad y el complejo de inferioridad de uno de sus miembros, lo que, sobre decirlo, no tiene nada de «sano». Pero es que, además, ello lleva a ‘Piz’ a ir acumulando rencor, como lo prueban sus continuas indirectas —e. g. sus comentarios sobre Logan en la película—, con lo que asume un rol de pasivo-agresivo de manual que, lógicamente, herirá de muerte su potencial futuro junto a Veronica. Comparémosle con Leo: el cálido, divertido, franco y sereno Leo, que cuenta con muchas de las virtudes de Logan y ninguno de sus defectos, y que las escasas veces que obra incorrectamente se redime casi al instante, bien porque lo motiva un bien mayor, bien porque se arrepiente enseguida. Si hubiera fructificado su historia con Veronica, él sí habría sido el «hombre perfecto», y no ‘Piz’.
3Tengamos en cuenta que Wallace solo dispone de una única línea argumental propia y de gran peso en la temporada 2, justo en la que estará desaparecido durante cinco episodios, o que a ‘Mac’ se le dedican apenas dos capítulos en la primera, mientras que, en la segunda, su trama responde, de hecho, a darle un relieve mayor a la configuración de su novio, 'Beaver'. En cuanto a la siguiente tongada, sí que se le desarrolla un hilo argumental exclusivo, aunque muy esporádico, y en la cuarta, ni sale. Respecto a ‘Weevil’, únicamente se pone el foco en él cuando ejerce de «representante de las clases oprimidas», en trazos gruesos que a menudo se reducen a escasos minutos por episodio (o incluso por temporada), y Keith raramente parece tener vida más allá de su hija y su trabajo. Caso aparte es el de Duncan, que solo participa en una temporada y media y casi siempre tomado de modo extrínseco, bajo la idealizada mirada de Veronica, lo que explica que carezca de línea argumental de significación. Frente a ello, conocemos con pelos y señales las vicisitudes de Logan y los suyos, así como todos los embrollos (amorosos, legales, estudiantiles, económicos...) en los que éste no parará de meterse.
4Y por si alguien se despista, la presencia recurrente de Alyson Hannigan y Charisma Carpenter confirman este hecho, así como las apariciones estelares de músicos en el bar donde trabaja Veronica durante la segunda temporada. A ello hay que sumar el cameo que efectúa Joss Whedon en el episodio 2x06 y el muchísimo más significativo comentario de ‘Piz’, en la película, al ver cómo siguen actuando, diez años después, los antiguos estudiantes del Instituto Neptune: «Realmente, sí que se asienta sobre Hellmouth».
5De hecho, ello se explicita en varios episodios: el 1x05, el 3x12...
6Pienso, por ejemplo, en la notoria infidelidad de Lilly o en su «don» para enemistarse prácticamente con toda la ciudad: la policía local, las bandas de motoristas, los traficantes de drogas, la clase media biempensante, los clubes secretos...
7Que después de romper definitivamente con Logan Veronica comience a salir con ‘Piz’ evidencia su voluntad de estar tranquila: ha seguido el consejo de Wallece de «quitar un clavo otro clavo», y lo ha hecho, justamente, durante la fiesta de cumpleaños de Parker, donde Veronica ha estado luchando con sus celos ante las atenciones de Logan hacia su nueva novia. Ello ya dice mucho de lo poco enamorada que está de ‘Piz’, un chico al que aprecia porque es dulce y simpático y porque comparten inquietudes culturales… pero poco más.
8Según se comenta en las novelas.
9Realmente, la peor de todas, donde se quiso dar un enfoque nuevo a
Veronica Mars e ir más allá de la lucha de clases que había dado cauce a gran parte de las tramas de las dos tongadas anteriores. Como respuesta, trataron de recrear las problemáticas y confrontaciones propias del mundillo universitario, en una radiografía tan simplista que a menudo cayó en el ridículo, como por ejemplo, la descripción de las fraternidades masculinas cual una especie de antros de cavernícolas o la conversión de las feministas en arpías. Ello causó que los casos de misterio fueran muy flojos, especialmente los que solían ser los más atractivos (los de arco), mientras que tampoco supieron aprovechar el potencial de una nueva  etapa como pareja muy asentada entre Logan y Veronica. Así, y salvo en el caso de algún episodio aislado como el 3x04—, despojaron a Logan, cuya vida familiar y carácter volátil siempre dieron tanto juego, de una trama propia de interés, reduciéndolo prácticamente a su condición de «novio de», de modo que forzaron conflictos entre los dos enamorados para generar drama con giros de guion tan ajenos a la caracterización de los personajes como el de la desproporcionada reacción de Veronica ante lo de Madison Sinclair (Amanda Noret) o el de la inexplicable atracción de Logan hacia Parker Lee (Julie Gonzalo). Fue del todo lógico, por consiguiente, que, en los dos últimos episodios, con la voluntad de hacer volver las aguas a su cauce, se recuperase la crítica social, abriendo un prometedor arco, que se concretó en el regreso de Jake Kane (Kyle Secor), en la caída moral de ‘Weevil’ y en la ominosa amenaza de «El Castillo» y de su portavoz, ‘Gory’ (Matthew Alan), tan rico, poderoso y bien conectado política y criminalmente, como inmoral y psicótico, que además, significativamente, auguró una hostilidad especial para con nuestra parejita preferida, incluso a pesar de que en ese momento Veronica y Logan no estuvieran juntos.

10Aunque, siendo estrictos y obviando lo injusto que es morir en la flor de la vida, él parte de este mundo de la forma más dulce concebible: sin sufrir y en su máximo momento de felicidad…
11Un amigo, dicho sea de paso, que confesó, durante un juego de Verdad o Reto con Lilly y Duncan, que al conocer a Veronica pensó que «estaba buena».
12Buena muestra de ello lo tenemos en toda la trama que atañe a Hannah Griffith (Jessy Schram) o en el episodio 3x13, dos momentos en los que Logan acaba destacando por su contrición y empatía.

Comentarios

Entradas populares