2. «Intervention» T5, Ep. 18

Este artículo forma parte de una Lista de los mejores episodios de Spike

Coloco en el segundo puesto de mi selección «Intervention» porque, con independencia de lo tremendamente divertido e ingenioso que es este episodio, evidencia de manera inmejorable dos facetas de la psique del vampiro inglés, ambas tan inherentes al personaje como diametralmente opuestas, y que son, a decir verdad, uno de los principales motivos que lo hacen tan irresistible: me refiero al hecho de que sea simultáneamente un tipo tan molón y tan cutre. A ello se le suma que se trata de un capítulo muy paradigmático del universo Sunnydale, traspasado por un humor tan chispeante y ocurrente que deja mal a la mejor de las sitcoms, dada su capacidad de hacernos sumergir por completo, entre carcajada y carcajada, en la sucesión de simpáticos disparates en los que incurre su argumento, empezando por la Buffybot, siguiendo por la honda estulticia de los secuaces de Glory y acabando por la desternillante reacción de los diferentes Scoobies ante el comportamiento sexual de la protagonista.

Buffy y la Buffybot o el doppelgänger menos intimidante de la historia.

Partiendo de la línea narrativa clásica de la comedia de enredos, Jane Espenson nos ofrece uno de los guiones más logrados de la serie, cimentado sobre dos circunstancias fortuitas que se dan al unísono con el fin de propiciar una confusión, en este caso de identidades: la marcha de Buffy de Sunnydale para explorar por unos días su herencia y su destino como slayer justo cuando se activa en la ciudad una réplica robótica de ella, físicamente idéntica. ¿Quién es el responsable de semejante obra maestra tecnológica? Warren, presionado por Spike. Y es que, con esa incapacidad byroniana de controlar sus apetitos, el chupasangre británico, sistemáticamente rechazado en sus acercamientos amorosos a la cazadora, decide «encargar» una Buffy a su medida. La vergüenza ajena que propician las escenas sexuales entre el vampiro y la androide —una especie de versión bimbo de la heroína— redunda en ese lado profundamente patético de Spike, que nos provoca risa, sí, pero también incomodidad ante los niveles de degradación a los que es capaz de descender en su anhelo por poseer algo, ni que sea una sombra de una sombra, del afecto de su amada. Ello explica que, para satisfacer realmente su lujuria con la Buffybot, Spike le detalle a Warren una serie de «especificaciones» concretas que la asemejen a Buffy, entre ellas su instinto de cazavampiros (recordemos su mórbida fascinación por las slayers). No en vano, sus fantasías eróticas se centran, grosso modo, en el hecho de que ella tiene el deber de matarle, pero no puede por lo enamorada que está de él: toda una subconsciente declaración de cómo se siente el propio Spike. De hecho, las líneas de diálogo entre ambos capturan tan bien la frustrada pasión del vampiro que, por momentos, y pese a lo jocoso y malsano de la situación, resultan hasta enternecedoras. Como ejemplo, el tono suplicante con el que le ruega a la Buffybot que no se salga de su papel. Desde luego, y como es habitual, contribuye a darle veracidad a los sentimientos de Spike la excelente interpretación de James Marsters, mientras que gran parte de la comicidad se desprende de la de Sarah Michelle Gellar, extraordinariamente graciosa en su papel de complaciente y entusiasta androide.

Spike demuestra que es capaz de anteponer el bienestar de otra persona al suyo.

Que alguien que se agencia un sofisticado juguete sexual con el que sublimar sus pulsiones carnales no consumadas, en el mismo episodio no vacile en dejarse torturar, y posiblemente hasta la muerte, para proteger a la hermana pequeña de la mujer a la que quiere resume de manera inmejorable esa dualidad entre lo infame y lo admirable que caracteriza a Spike. Por si eso no fuera suficiente, con el fin de despertar las iras de Glory, la insulta con tanto desparpajo y sarcasmo que, cubierto de sangre y heridas, pero riéndose a mandíbula batiente de una temible diosa, deviene irremediablemente cool. En cualquier caso, hay que señalar que el resto de personajes de «Intervention» no le andan a la zaga en cuanto a soltar perlas: Tara, tan prudente como suele ser, diciendo sin ambages que Buffy está pirada al acostarse con Spike; Xander tratando de justificar la atracción de su amiga hacia el vampiro y pareciendo que el que se siente atraído por Spike es él; la Buffybot lanzando datos fuera de contexto cada vez que accede a su banco de memoria, con líneas tan divertidas como «Es Spike, y lleva un abrigo» o «Es Willow, y es gay»; etc., etc. Y si con todo lo dicho no fuera suficiente para adorar este episodio, cuenta con un final sin duda memorable: el primer beso, sin hechizos o sueños mediante, entre Buffy y Spike.



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